sábado, 21 de diciembre de 2013

amar al Quijote

No me ha sido dado en suerte el arte del verso para escribir lo que ayer encontré En un lugar del Quijote. El momento lo merecería, pero no sabría estar al nivel.

Se puede contar el Quijote, releerlo, interpretarlo, anotarlo, diseccionarlo ... pero no es eso lo que ha hecho Ron Lalá. Eso hubiera sido fácil (como concepto), seguramente aburrido y se ha hecho ya demasiadas veces.

Fui al teatro a sorprenderme, pero no sabía que encontraría aquello que desconocía que se pudiera hacer ... respirar El Quijote, ser su pulso, dejar que persiga gigantes en mis venas, leer con sus ojos aventuras en libros de caballerías, mirar desde su locura a Cervantes. Sin siglo. Respeto a una obra eterna, a cada letra diluida en el aire.

Amor, como sentimiento en la escena y el patio. Homenaje, latido vivo. Amor al arte.



miércoles, 2 de octubre de 2013

visto en una aldea de montaña

ojos enfrentados, brillo con noventa años de distancia, saludos que no necesitan moverse, conversación en silencio

La anciana le cuenta a la niña lo que aprendió, lo que cree que le resta por ver hasta que se apague. Parpadea. La pequeña se distrae, busca, atiende al aire, a una hoja, a la música que tararea su cabecita recordando qué le cantaba su padre hace un rato. Y vuelve a cruzar su mirada con la anciana, caminan al encuentro moviendo pies en la ilusión, dibujan versos con los dedos y convienen encontrarse de nuevo donde la inocencia hable a la vieja bebé otra mañana cualquiera.

jueves, 5 de septiembre de 2013

en pañales (escrito el 22 de agosto)

Ha pasado ya una semana del reto que me había planteado para esta temporada, el más cañero hasta ahora. Una apuesta muy fuerte, irracional por lo temprano en mi lenta evolución en el triatlón, y por el mismo motivo exageradamente ilusionante. Siempre fui consciente de la carga de riesgo que suponía pone Embrun como mi primer larga distancia, una temeridad como cualquier otra, emocionalmente necesaria como cualquier otra.

Tras tantos meses de entrenamiento, al alba del 15 de agosto estaba mirando al oeste en el Plan DÉau de Embrun enfundado en un traje de neopreno por respeto a mí mismo. Pretendí estar allí como un misil, en mi mejor momento de forma de siempre; lo preparé lo mejor que supe, fiel a mis reglas, a disfrutar de todo huyendo de tablas y demás obligaciones, entrenando por sensaciones y apetencias. Y sigo creyendo que la preparación física de esa manera es posible, aunque también que aumenta la posibilidad de que la líes (y no para bien) y que requiere un enorme conocimiento de tu cuerpo. Yo del mío sé bastante, pero me falta un mundo, o dos; si le sumo la inexperiencia y el gusto por hacer equilibrio sin red, por correr sin pulsómetros ni demás maquinejas es natural que igual que pudo salir bien me di de cara con la realidad de una planificación equivocada vestida de temor las últimas tres semanas previas a la carrera. De verme capaz de todo, de correr, pedalear o subir cualquier rampa como si me antojara sobre la marcha pasé a tardar en recuperar, a sentirme cansado, pesado, sin chispa, vacío; a finales de julio ya no daba tiempo a corregir, sólo a descansar y a creer en lo improbable, en que nada era lo que parecía, en que mis piernas no se estaban convirtiendo en corcho ni mi sangre en veneno sin oxígeno.

Era bonito fabular, pero nada más. La mente es capaz de hacerle creer a uno lo que quiera entre tormentas en Oyambre y olvidar mientras te calas que por dentro estás seco.

Puedes negarte que vas tieso; puedes. Puedes hasta que te llegue un punto de sensatez y te pruebes. Yo lo hice tres días antes de exponerme a una burrada a ciegas. Bastaron 40 kilómetros en bici para desenmascararlo todo y comprender en 15 o 20 más, en rampas del 7 que sufres con un 28, que estás muy pasado de forma. Sin fuerza, músculos sin recorrido ni pretensión de hacerte caso. Todo está apagado. En 20 o 25 días no te ha quedado ni la mitad. Irreconocible.

Ese día decidí no correr. Mentalmente estaba hundido.

Cosas de la vida, hundido sí, pero no solo. Esa noche llegaron a mi apartamento Juan y Julieta a aguantarme, hacer turismo y animarme con lo que pillaran. Con un poco de respeto hacia mi mismo y hacia el viaje que se habían hecho para verme saqué lo justo para hacer otra prueba trampa el día anterior al Embrunman. Sin posibilidad de caer más, bajar y subir un puerto era suficiente para engañarme con un poco de frescura en las piernas; también para entender que al día siguiente había que correr y tirar hasta donde llegara.

Trampa hecha y un soplo de ánimo para recolocar el plan y tomar la salida; tampoco me hubiera perdonado a la larga lo contrario.


... ríos de luces camino de un lago a las 5; triatletas, colegas, familiares, aficionados sin mayor excusa, ambiente para despertar a cualquiera aunque no hayas dormido ni tres horas ...


... el reto tan preparado empezaba condenado, pero empezaba, qué menos. Natación tranquila, o no tanto, aprovechando que no cualquier día ves amanecer desde un lago alpino. Para qué apretar si no está aquí la guerra; poco menos de hora y media y trámite resuelto.

Montar en bici y confirmar que en esto no hay milagros fue prácticamente la misma cosa. Al revés que lo que me suele ocurrir fui yo el adelantado, el que parecía montar en un triciclo. Cada rampa que un mes antes hubiera sido inofensiva me exige quedarme clavado con un 28. Inaudito; tan inaudito como 3 días antes. 40 km parecieron 100. 70 me tenían usando desarrollo de subida en los llanos, y hasta entonces el recorrido no era nada del otro mundo (mucho más suave que Garai, por ejemplo, quizá parecido al Ecotrimad). En el 84, al pie del Izoard, allí donde este triatlón se empieza a poner serio, con dolor de cabeza y sin noticia de mis piernas ... manos a los frenos y pie derecho al suelo; se intentó por si sonaba la flauta y ya era momento de aceptar la derrota, la imposibilidad de llegar a meta o siquiera unos kilómetros más arriba de donde le entregué mi dorsal a un juez.


En las horas siguientes seguí con frío y dolor de cabeza a pesar de no haber hecho casi nada. Con el tiempo ese mal cuerpo se fue; la rabia de haberme enfrentado al reto tan lejos del punto de forma esperado aún me dura y sé que no se irá en unos cuantos meses.

Mucha de la gente con la que he hablado en esta semana me dicen que no lo vea como una derrota, que aproveche lo entrenado y aprendido para progresar y seguir creciendo. Estoy de acuerdo con lo segundo, pero sinceramente me choca lo primero, ¿qué hay de malo en llamarlo "derrota"? El deporte sin derrota no tiene sentido, si todo fuera ganar sin riesgo no tendría gracia y el triatlón es un deporte más, con sus vencedores y sus vencidos. Si en un partido unos ganan y otros pierden, ¿por qué no llamar de igual forma derrota a la del corredor que no alcanzó su objetivo? De verdad, no le veo problema, me parece una parte natural de todo esto. Aprenderé y progresaré, claro, para eso los fallos son mucho más útiles que los aciertos y todo lo que consiga en el futuro también será fruto de Embrun y de toda la temporada. Pero en concreto allí, y en la temporada 2013 mirada como conjunto en busca de un objetivo único, perdí. Perdí y no es malo decirlo así, ni lo es reconocer que la causa son mis errores, sin más. De hecho lo malo sería decir lo contrario o ponerme vendas y decir que estoy de puta madre. No lo estoy, estoy jodido y mucho, y si no lo reconociera o siquiera lo estuviera poco crecimiento iba a tener. Mejoraré y volveré más fuerte siempre que admita lo sucedido sin autocensuras emocionales.

Es hora de descansar. Ya vendrá la de seguir jugando aunque aún sea un triatleta en pañales. Lo haría aunque sólo fuera por mí. Lo haré por todos los que me habéis demostrado que estáis ahí.

Gracias, y hasta la próxima locura.

miércoles, 7 de agosto de 2013

contrastes

He pasado el mes de julio jugando a blanco y negro, a todo o nada, fotografías de ratos sin grano, ISO 100, sin matices, películas de buenos y malos.

He tenido que vivirlo así para mantener la concentración, el foco en el objetivo, en que después de 10 meses currándome Embrun ya sólo quedaban los últimos pasos, ésos que ya cuestan tanto y que te piden que tomes más impulso para no darte de cara contra el muro.

En 4 semanas he sentido que se me escapaban las horas entre los dedos que no podían parar un reloj de arena con forma de autómata de traje y corbata pegado a un teclado y a una pantalla llena de números que corren delante de mí mucho más tiempo que el que puedo dedicar a sentir que el cuerpo del humano depredador no se diseñó para desperdiciarlo en una silla; quieres que te quemen las piernas, los brazos, y no el cerebro, que la sangre hierva con motivo.

Mi suerte fue recordar los veranos de mi infancia en Guadarrama, y allí me largué dos fines de semana; mi lujo, que las dos competiciones que tenía, Garai y el ultra trail de Picos, me ilusionaban cayera lo que cayera.
Lo entrenamientos en Guadarrama me enseñaron que creo estar en el camino que planeé a principio de temporada, lo mismo que sentí otro fin de semana de calor y viento en Alicante. Ya me da igual lo largo que sea un entrenamiento, ni me preocupa, el tiempo que grita delante de un ordenador no puedo sujetarlo, el resto es como si parara y me guardara en un globo hasta la hora de dormir; aunque también sé que se acaba, que Embrun está a menos de dos semanas y se me vendrá encima antes de que me dé cuenta. De hecho, en los días en que llevo escribiendo esta nota a ratos, en líneas sueltas, ya sólo tengo ... (¿cuántos días tengo? ... espera a que termine para saberlo) antes de meterme en el Plan D´Eau de Embrun a nadar 4 kílómetros fríos, y lo que venga detrás.
Espero que en ese momento mi cuerpo recuerde el monumento al buen rollo que es el tri de Garai. Por el recorrido, por la gente o por las cosas tan de sentido común como no darnos regalos caro a los corredores que pagamos una cara inscripción, sino algo más sencillo como unas alpargatas con el logo de la carrera que, evidentemente, me he llevado de vacaciones. En Garai, por relajación, buena onda y estado de forma todo salió perfecto; en cada sector fui de menos a más, me exprimí cuando y cuanto quise, fue el primer día que me sentí capaz de poder con Embrun ... ya veremos si tenía razón.

Ojalá dentro de 10 días, después de nadar y de 188 kilómetros en bici durísimos que la gente relata como interminables me quede también algo de las piernas que tenía hace poco más de una semana en el ultra trail de Picos. Lo malo de esa carrera fue la organización o, mejor dicho, su ausencia, la sensación de desprotección que nos transmitió desde el principio y que fue a peor. Menos mal que corría con una grande, Toño Santamaría, que aparte de gran amigo es un deportista enorme sobrado de recursos para que nos pasáramos un día memorable corriendo, trepando, jugándonosla en neveros, apisonando metros con piernas que parecían incapaces de cansarse (qué sensación tan brutal, ojalá vuelva a encontrarla en ¿10 días?) y tomando las decisiones correctas para no arriesgar donde ya hubiéramos sido temerarios. Carrera para repetir ... pero por libre, pagar por aire es un ridículo que sólo cometeremos una vez.

Al día siguiente del ultra trail vino Embrun con todo su peso a caer sobre mis hombros, a decirme que ya lo había hecho todo y que sólo queda ver si "todo" es suficiente.

De momento, protegido en mi casa, en Bejes, pateando montaña, he necesitado cinco días para recuperar mi cabeza de la asfixia de julio y para tener nuevamente ganas de encenderme.


En lo que he terminado de escribir esta nota sin prisa ni orden, es miércoles 7, una mañana lluviosa con las piernas recordando que ayer volví a correr apagando temores bajo tormentas de acantilados y playas entre Comillas, Oyambre y San Vicente, otra vez esas piernas inagotables que esperan que les den la salida de una vez.
Quedan menos de 8 días y una misión: entrenar lo justo sujetando la rabia, que ya habrá 234 kilómetros en los que soltarla a su debido tiempo y despacharme así a gusto con un año que yo mismo endurecí desde el inicio buscando entender muchas cosas.

Gracias por las últimas 6 semanas a los que compartieron un rato conmigo, en especial al Garai Triatloi Taldea y a Toño Santamaría por regalarme tanta motivación.

Gracias a todos los que me habéis aguantado durante 10 meses; aunque no seáis conscientes de ello, correréis conmigo el próximo jueves ... si podéis, estéis donde estéis, acordaos ese día de mí; estaré físicamente peleando la carrera más importante de mi vida (por ahora) y mentalmente me estaré jugando mucho más; os voy a necesitar hasta el último metro ...


... última parada ... Embrun


(por ahora)




martes, 18 de junio de 2013

Irati al límite

Cuando empecé la temporada escribí por aquí que de mitad de junio tenía que salir la base a consolidar en los últimos 2 meses antes de Embrun. Pues bien, ya es mitad de junio, ya ha pasado el tríptico de pruebas que me propuse y que a luces de cualquier deportista cuerdo era una pasada, así que sólo a mí se me ocurre convertirlo una semana antes de la última prueba en un más difícil todavía.

Seguramente sólo a mí, en mi "no planificación", en mi afán anárquico de prepararme para retos temibles sin pensar demasiado en algo que no sea divertirme o picarme con mi sombra, se me podía pasar por la cabeza una semana antes de la Irati Xtrem (justo después de terminar el Ecotrimad, una semana después del Soplao) que iba a convertir la tercera machacada en 15 días en un entrenamiento de potencia ... ¿cómo se hace eso? sencillo: dejas en la bici el desarrollo que nadie llevará, lo más suave que podrás poner será un 39x25 que de sólo decirlo hace que todo el mundo que sabe de lo que hablas te mire como un loco ... y ellos son ciclistas y yo no. Yo intento ser triatleta, con la merma de potencia que el entrenamiento de carrera a pie supone en las piernas a la hora de dar pedales, esa potencia que necesito recuperar para los Alpes si no quiero bajarme de la bici sin ninguna opción de salir a correr una maratón con un mínimo de fuerza para acabarla. Necesito ganar margen, si es que eso se puede hacer.

Desde la salida del sábado en Ochagavía tenía claro que eso era un entrenamiento y no una carrera, de los 8  puertos del recorrido había que hacer 6 sin forzar demasiado, a ritmo alegre pero sin exprimir las piernas. Ya tenía en la cabeza los 3 sitios donde tocaba sacar todo lo que llevara, sabiendo que "todo" es mucho más que el 100% teórico del que crees que eres capaz ... todo supone encontrar un límite, llegar a ese punto que aún no conocía en que eres consciente de la imposibilidad de sacar más de ti. El objetivo eran 3 series: una corta en el muro de Orbaitzeta, y dos larguísimas en Errozate y Larrau.

El muro de hormigón de Orbaitzeta es corto pero en 500 metros al 16-20% te obliga a no racanear con la entrega de las piernas; me lo calzo sentado (de ahí es la foto) y parece que no me deja muy mal las piernas ... más me vale, que sólo es un aperitivo.

Dos puertos después, te ves venir el giro de 180º al 12% que te mete de lleno en Errozate, sus 12 km al 10%, su asfalto rugoso, sus continuos engaños, su paisaje impagable que desde el km 4 te enseña cambios de rasante donde nunca termina el puerto; siempre hay más, otro escalón, otra rampa que no sabes de dónde ha salido para complicación del control de fuerzas de cada ciclista que sube a bloque sin saber hasta cuándo. Es mi segunda apuesta y sorprendentemente, a pesar de ir atrancado por el desarrollo, va mejor de lo esperado, no bajo el ritmo en toda la subida, paso las de Caín cuando la pendiente pasa del 15%, pero no me hunde y adelanto a gente continuamente. Otra prueba superada, el temible Errozate queda atrás y toca esperar al siguiente de los 8 para ver cómo han quedado las piernas.

Y ahí empiezan a complicarse las cosas. En cuanto termina el descenso ya veo el precio que se ha cobrado la primera ultraserie de potencia. Cuesta coger ritmo y empiezo a hacer números en la cabeza: es poco más de mitad de carrera, las rampas medianamente serias parecen el doble de difíciles y así Larrau se antoja imposible. Hay que buscar en la chistera y ahí aparece el entrenamiento de invierno, ése que te ha enseñado a conservar ritmos y dosificar el fondo cuando el físico empieza a joderse y no te quedan alardes que hacer.

Pasan los kilómetros sin que ya sepas en qué puerto estás, sólo importa conservar el mínimo de alegría que te queda en las piernas hasta la primera rampa del último desafío. Y al final llega. Sin mediar un metro de llano entre el descenso de Bagargi y la primera de Larrau ha empezado el lío de nuevo: 3 km al 5-6% , giro en el pueblo y a coleccionar ochos, nueves, y 4 km seguidos al 11% sin espacio para tomarte un respiro. Desde el giro del pueblo llevo la sensación de que estoy vendido, de que lucharé pero será muy difícil llegar arriba. En los 4 al 11 con varios tramos al 14% tiro más de cabeza que de piernas, necesito encontrar un ritmo que repetirme como un metrónomo en el que las piernas duelan lo mínimo posible, y que evite que pienses en un reloj de arena que mide tu fuerza y cae mucho más rápido que lo que se descuentan los metros ... mirada adelante, tic tac de pedales ... hasta el último de esos 4, el que empieza a esconderse en la niebla, el más cruel, el que empieza suavizado y termina al 16% ... y ya no hay piernas para eso; 20 ó 30 metros antes de acabar ese tramo, de llegar a Erroymendi, al ansiado descanso de 3 km casi llanos previos a la traca final, mis piernas dicen "basta" y tengo que poner pie a tierra para evitar caerme al suelo. No es una derrota, esto es una serie "al fallo" y ese fallo ha llegado. No es posible arrancar en seco desde ahí para hacer en bici 20 ó 30 metros, de modo que por mucho que me joda los hago andando ... me ha faltado un pelo para llegar al descanso pedaleando, pero no hay tiempo de pensar en eso. Sin dejarme descansar vuelvo a montarme según acaba el maldito 16%, recorriendo como puedo el intermedio que me dejará al borde la niebla en la rampa de 2 km y pico que me queda perdiéndose en la nube.

Esto es Larrau, ya lo he subido otras veces y sé que lo que queda es casi imposible estando exprimido, no va a bajar del 10 ni el primer km ni el segundo ... estoy casi vacío, las piernas me arden envenenadas por el láctico ... pero de alguna parte de la nube por encima de mi cabeza empiezan a llegar las voces del público de la cima, aplauden a los que ya llegan, les jalean, les animan ... ¿y a mí cuánto me queda? ... no veo, paso el cartel del último km, ni lo veo ... me dice un espectador que me faltan 500 metros y a la vez pienso en la alegría de haberme tragado el cartel de los últimos mil y en ... ¿tanto? ... ¿aún 500 metros? ... ¿y con qué subo eso? ...

... tic tac de pedales ...

... última herradura y ya parece que el público está delante de mí y no flotando en alguna parte de la nube que no ubicaba ...

... 150 metros y debo de llevar tan mala pinta que un espectador empieza a correr a mi lado y me empuja 10 metros ... no tengo fuerzas ni para negar la ayuda ... doy las gracias consciente de que sin eso no llego ... 100 metros, me veo en el suelo y no veo al público al que oigo encima ... 4 ó 5 pedaladas y alguien sopla la niebla, se abre, aparece el público, el Ori nevado al fondo y un interminable 14% delante de mí ... no me queda nada, he llegado a mí límite, nunca estuve así encima de una bici, estoy casi en una cuneta a punto de caerme ... me ven, me gritan ... mi cabeza va diciendo que no y ellos gritan que sí, que no me rinda, que son 50 metros ... bendito público ... ven cómo voy y se levantan, gritan más, pongo la mirada en la cima al final del pasillo de gente, y me concentro en llevar la bici recta, en no caerme ... me tiemblan las piernas, cada pedalada es imposible pero está ahí ... hay tanto ruido para animarme que siento que puedo tocarlo, que son dos paredes que sujetan mis hombros para que no me venza a un lado ... entre los puntos que empiezan a aparecer en mi vista sigo viendo la línea discontinua a la que me he pegado ... es más corta ... queda poco, lo van a conseguir, van a sujetarme para que llegue sin caerme ...

... parecía inalcanzable, pero ahí está pasando la línea debajo de mis ruedas ... me arde todo, me duele todo, esto es el límite de mis fuerzas, esa sensación que no conocía ... pero ya puedo parar ... los pies al suelo ... las manos sobre el manillar ... la cabeza apoyada en ellas ... y un llanto de un par de minutos mezcla de emoción, tensión máxima, satisfacción y sufrimiento que no puedo ni quiero sujetar

domingo, 9 de junio de 2013

cuestiones de un junio atríptico

Noche de domingo después de Ecotrimad. Pienso en cómo va el exigente tríptico de junio que programé y creo que tengo que estar contento aunque tengo que acelerar si quiero llegar en condiciones a Embrun; no tengo que cambiar el planteamiento, pero sí es hora de cargarme de entrenamiento en serio. La gracia de Bilbao me costó 10 días de estar enfermo y un considerable retraso en la preparación, pero estas cosas pasan y tengo que manejarme con lo que hay.

Cuando llevas varios años metido en deportes de fondo entrenando medianamente en serio, inconscientemente tomas referencias que acabas comparando de temporada en temporada. Referencias que este año no me valen porque estoy haciendo una preparación más larga para algo mucho más serio. Y tampoco me valen porque en mi caso tienen que ver bastante con la climatología; cualquier otro 9 de junio llevaría ya semanas de entrenamiento regular con buen tiempo, pero este año parece que aún estamos terminando marzo, hacemos cicloturistas de largo calculando cuánto abrigarnos o cuánto nos acabaremos mojando y salimos días como hoy pensando que quizá en la sierra esté nevando si rodando junto al Jarama la sensación es de frío.

Las 2 etapas que ya he hecho del tríptico han tenido además mucha carga emocional: el Soplao porque supone correr en casa, y Ecotrimad por quitarme la espina de la retirada de hace 2 años. Por otro lado, en ambas ha habido momentos que se han movido en paralelo: por varios motivos aún me falta un punto de potencia, estoy demasiado "diésel"; en Cantabria eso era menos problemático que ayer en el Eco, donde cada sector te pide ir al límite, y ahí, el que hubiera un exagerado oleaje en el embalse me llevó a más desorientación y mareo de lo normal, necesitando después 15 ó 20 km para tener buenas sensaciones de piernas en la bici.

Ése fue el momento malo de ayer, la angustia que llegué a tener nadando, pero después de la tormenta de hace 2 años ayer no me iba a rendir con tan poca cosa. El momento malo del Soplao llegó pasada la mitad de la etapa, bajando Piedras Luengas, tuve que ponerme a rueda de un grupo con el aire de cara con la sensación de estar vacío, y la lucha llegó al ver que el grupo se paraba, que nadie quería tirar, y calculé que quedaran 10 ó 15 km para llegar a la base de Hoz y tirar de 30 ciclistas con más sangre fría que yo o con menos ganas de batalla (menos mal que contagié a otros 3). En el Collado de Hoz pagué el esfuerzo de ser tan "generoso", pero la buena señal fue ir recuperando piernas a medida que subía, sin ceder ritmo ... igual que ayer fui calentando después del mal rato de la natación.

El último paralelo en 2 pruebas separadas por sólo 7 días se enlaza con el anterior: después de la recuperación de buenas sensaciones no vino un bajón, sino la buena noticia de que estoy consiguiendo mucho fondo y tengo buena base para terminar las pruebas "entero", sin arrastrarme, y con la satisfacción de haberlo dado todo; en el Soplao fue una gozada hacer los últimos 15 km de plano tirando de un grupito como si estuviera haciendo una crono; ayer, sin ser gran cosa hacer una media maratón en 1h 51´, sí lo fue para mí encontrarme con piernas para no ceder intensidad a pesar de la dureza del trazado. Esos 15 km del Soplao ... esa hora y 51´ de ayer ... leídos como debo, en clave de entrenamiento de fondo, saben a trabajo bien hecho.

Evidentemente uno tiene su orgullo competitivo y cuando ve un crono de 9 horas en el Soplao y de 5h 33´ ayer piensa que le gustaría ver guarismos más bajos a estas alturas ...

                                        ... dejaré que ambas sensaciones cohabiten, a ver qué saco de la combinación en el cambio de ritmo del próximo sábado: Irati Xtrem: 3.600m de desnivel en sólo 130km en bici ... un muro al 20%, puertos de especial como Errozate-Artaburu y Larrau ... pura explosividad y voy con un 39x25. Promete emoción, jejeje.

martes, 21 de mayo de 2013

frío, corriente y falta de ojo

El título de esta entrada son las 3 causas de mi retirada en el tri de Bilbao.

El día ya se sabía que iba a pintar terrible por la climatología: frío, viento, lluvia ... pero parece que nadie pudo prever lo que ocurriría en la natación en la ría y por un grave error de organización y federación no se cumplió el reglamento para evitar ponernos en peligro como se nos puso.

Respecto a la temperatura del agua no hay versión oficial, sólo nos dicen que midieron el agua la tarde anterior y estaba a 14,4 grados, cosa que sabemos que no se mantuvo en la mañana del sábado. Desde entonces he oído versiones de 13 grados, 11,9 ó 10 ... todas ellas por debajo del mínimo reglamentario para que la natación se haga entera ... y alguna por debajo del límite siquiera para echarnos al agua. Pero se nadó. Y no hay cifra oficial de temperatura porque la versión oficial es que no se volvió a medir la temperatura desde la tarde del viernes porque no suponían que fuera a quedar por debajo de lo reglamentario (14, para entendernos).

Y sí, todos somos mayorcitos para meternos en el agua o no y nadar o no, pero también todos lo hacemos suponiendo que la organización y la federación están cumpliendo sus propias normas y no nos están poniendo en riesgo saltándose porque sí las establecidas para nuestra seguridad. Lo que sí puedo asegurar por experiencia propia es que el agua dolía. Aun así, como un bruto más, allá que voy y en la salida estoy con los demás locos a pegarnos contra la ría y lo que viniera después. El primer tramo bien, normal, hacía un frío terrible, pero el neopreno aguanta y las manos, los pies y la cara se van acostumbrando ... y voy a favor de corriente.

Lo malo llegó al girar la boya y empezar el tramo de vuelta (la boya está antes de la mitad, así que el segundo tramo es de más de 1 km). Ahí enseguida nos dimos cuenta del problema que íbamos a tener con la corriente; el paso era demasiado estrecho y al quedarnos frenados costaba un rato salir de la recreación de peces del estanque del Retiro en que nos convertimos unos encima de otros para coger aire. Cuando pasé fue cuando cometí mi error de urbanita ignorante: nadar más cómodo de gente hacia el centro de la ría. Como me diría horas más tarde el gran Josele: en los ríos se nada por el centro a favor de corriente, y contra corriente por la orilla. Mucha gente lo sabía y por eso nadaban juntos haciendo más metros pero pegados a la pared ... yo no lo entendí sobre la marcha y eso me costó agotarme nadando más de 1 km contra una corriente exagerada por la crecida de la ría por las lluvias de los últimos días y, por lo que nos cuentan, por la suelta de agua que hizo un embalse unas horas antes.

Cada metro cuesta lo indecible y para avanzar no te das cuenta de que estás poniendo cada vez más fuerza para avanzar. Y en mi error me condené. Poco antes del puente del Ayuntamiento empiezo a notar cosas que no deben estar ahí. Ya había perdido toda la sensibilidad del meñique y el anular de la mano izquierda, que no bajaban al entrar en el agua, flotaban, no hacían fuerza, y el resto de ambas manos lo calentaba cerrando los puños ... pero eso entraba dentro de lo normal. Lo que no entraba en lo normal era empezar a tener frío dentro del neopreno. En ese punto, en la curva del puente, la corriente ya podía conmigo, no avanzaba, sino que me iba para atrás; intenté atacarla por 3 sitios distintos, pero ya estaba helado y no avanzaba un metro ... era el punto de reconocer que los 200 m que me quedaban para acabar la natación no los iba a conseguir recorrer. Levanté la mano y uno de los paddle-surfistas de la organización me acercó a la lancha de la Cruz Roja para sacarme antes de que tuviera un problema. No pude ni subirme a la lancha, no me había dado cuenta de hasta qué punto me había vaciado contra la corriente que ya sólo me debía estar moviendo por inercia; mis brazos no respondían y me subieron a la lancha como si subieran un atún.

... Un rato después, ya en tierra, en medio de la rabia infinita de no haber sido capaz de terminar siquiera el sector de natación, aún necesité ayuda de un voluntario para quitarme el neopreno o cerrar la cremallera de una chaqueta. Hora de calentarse y relajar la cabeza.

Con las horas, con los ánimos de los colegas berragrosianos se me quedaba una buena lectura de todo esto: la rabia no me la va a quitar nadie, pero tampoco que lo di todo, que cometí un error técnico de trazado en la ría que me vació y de eso ya he aprendido ... y sobre todo me quedará el que mi sempiterno respeto al agua, cercano a lo excesivo, no me hizo darme la vuelta antes de bajar a la ría, ni nada más entrar en ella; todo lo contrario, me demostré que mi cuerpo aguanta nadar en agua fría, que puede rendir bien, respirar bien, no agarrotarse, etc., por muy jodida que se ponga la cosa. Y eso de cara a Embrun, a nadar en un lago de los Alpes a las 6 de la mañana, importa y mucho ... me he quitado un peso de encima con todo esto.

Tengo que seguir entrenando, me queda mucho trabajo por delante, pero a pesar de todo la lectura sigue siendo buena. Y la tendré a pesar de la paliza de espalda que tenía el domingo o de los 2 días que me he pasado en casa con fiebre como regalito de Bilbao: hipotermia + agua de dudosa salubridad + sobreesfuerzo ... lógico, vamos.


Y después de otra pelea contra los elementos sigue la temporada: próximo episodio en casa: 1 de junio, cicloturista de Los 10.000 de El Soplao: serán 220 o, si me veo bien, 315 km sobre la bici sin un metro plano ... esperemos que, como excepción, el tiempo nos acompañe. Por aquí estaré para contarlo ... hasta entonces, a entrenar se ha dicho.

lunes, 29 de abril de 2013

esto es lo que hay

... lo que hay es que a mi estómago no le gusta nada correr larga distancia, así que ando con él a la gresca.

Ayer, como suele ocurrirme, se me cruzó allá por el km 15 de la maratón de Madrid y ya empezamos con lo de siempre ... pero esto ya no vale de excusa de nada, si es habitual tengo que asumir que son las condiciones de mi cuerpo para correr y contar con ellas de salida.

Aunque no soy nada friki de tiempos, sí tenía como referencia la idea de correr en 3h 30´ pero no lo conseguí, me cayeron 3h 47´, así que a seguir entrenando, que a día de hoy es para lo que me da la forma, y que esto sólo son fuegos de artificio comparado con lo que tengo por delante en los próximos meses ... ya tendré tiempo de reírme de "correr con dolor de barriga".

Aparte de eso, la verdad es que me lo conseguí pasar bien y acabé contento porque el entrenamiento va por donde debe. Por fin he conseguido sentir que la distancia de la maratón la domino, que pongo el ritmo más fuerte que me puedo permitir y lo aguanto hasta meta; para qué tiempo da eso es lo que menos me preocupa estando en abril, el reto de este año está fuera de lo que puede contar un reloj (más allá de los fuera de control); es un reto de fuerza, y en eso ayer mis piernas respondieron como no suelen hacerlo en esta distancia.

A más de uno se le pasará por la cabeza la pregunta de por qué no me retiro cuando me pasan estas cosas. Fácil: no lo hago nunca, sólo me he tenido que retirar en una carrera y fue hace 2 años por una hipotermia que me impidió seguirme moviendo (sí, Ecotrimad, eso va por ti ... y queda sólo mes y pico para que cobre mi venganza, avisado quedas). Claro que es algo que se te cruza por la cabeza, el "¿y para qué seguir?", y ahí el orgullo, el recuerdo de cada entrenamiento y las ganas de continua superación acuden en tropel para callar la respuesta, no hace falta oírla, hace falta algo más serio para que yo me pare, y si no a qué carajo voy a ir yo a Embrun.

Pero aparte de eso, ayer no era ésa la única razón para no parar. Había otra más fuerte, mi respeto para cada corredor y para cada espectador de Boston. Por la mala suerte de cruzarse con el infinito de la estupidez humana mucha gente no podrá volver a correr ni con dolores ni sin ellos, ni sobrados ni dejándose el alma, ni con risas, ni apretando los dientes, ni haciendo algo tan inocente como divertirse e intentar sentirse bien; no podrán seguir disfrutando de este deporte ni de muchos otros como les gustaría hacerlo.



Seguiré corriendo con lo que encuentre dentro de mí, marcando muescas como la de ayer que sólo era el inicio de una temporada que quiero devorar.

Próxima parada: 18 de mayo: Triatlón de Bilbao ... seguiremos informando. Mientras, a seguir a bloque, no tengo tiempo para andarme con cuidado.

martes, 23 de abril de 2013

de alguna parte

desacompasando sueños con ganas de gritar y tensar la piel

hambre

jugando sin tregua a no tener cuidado porque hace meses que el tiempo para eso quedó prohibido

no hay alas. No hay motores, ni prestan segundos de descanso a la vuelta de la madrugada siguiente ... otra de ésas que se alargan por la sed de letras en diferido

relax inquieto

tensión pausada y rabia sujeta con sangre fría. Sin cadenas de calma. Apostando con mi ego, adivinando incógnitas que no hay que resolver para no poner reglas


aire para ideas desordenadas sobre notas de caos en cuartilla, iluminadas, insomnes en papeles esparcidos bajo pasos de baile


jueves, 7 de febrero de 2013

des-

Ni siquiera cerró la puerta del espacio que ya le habían robado

Una idea antes, había guardado aire en una maleta dejando espacio libre para cualquier cosa que pudiera imaginar. Su pequeño infinito era todo lo que necesitaba y que nadie le podría quitar.

Una después, dejó en el buzón del banco un sobre con su nombre en el remite. Como dirección: cualquier parte donde les deba menos de un vaso de agua.

Cogió un taxi, le entregó al conductor las monedas que aún había en su bolsillo, cerró los ojos y pidió que le llevara "hasta donde llegue ese dinero, fuera de la ciudad, sin que me diga dónde"


miércoles, 30 de enero de 2013

z

cortar un rato, despiezarlo en momentos, soltar instantes al azar, mezclarlos con personajes al arbitrio de un segundo irracional, seguir el juego como una historia, vivirla, creerla, crecer dentro de ella hasta que los pies queden en vilo

despertar, desperezarse, guardar el sueño en alguna parte que no encontrarás, a no ser que otra madrugada todo vuelva a caer en el mismo sitio en que lo dejaste y entiendas si caes o vuelas

domingo, 27 de enero de 2013

fechas para un reto demente

Si miráis en la columna derecha veréis el listado de pruebas que he programado para esta temporada. Sólo aparece lo serio, las pruebas más duras, para no eternizarme enumerando.

Avisé hace un par de meses de qué es lo que iba a pasar este año y he seguido adelante con la idea que se me ocurrió entonces, el día de mi cumpleaños, la idea de que ya es hora de crecer y correr un ironman y, puestos a explotar, escoger uno de los más duros del mundo: Embrunman, en plenos Alpes franceses.

La idea de la temporada es que todo sea un entrenamiento, todo menos la última fecha. Sólo quiero buscar un pico de forma, uno y no más, de modo que tengo que inventarme el modo de construir un cuerpo que pueda asimilar tanta carga de trabajo físico sin caer en fatiga y sin dejar de crecer hasta dentro de siete meses, cuando a las 6 de la mañana del 15 de agosto den la salida de este reto brutal en la orilla del Plan D´Eau D´Embrun. Antes de eso, cada prueba seria será un escalón hacia el siguiente nivel y, si le echáis un ojo a las fechas, gran parte de ese plan me la voy a jugar en primavera en las cinco etapas que van desde la Maratón de Madrid del 28 de abril, a la Irati Xtrem del 15 de junio; entre una y otra, el medio ironman de Bilbao, la cicloturista de Los 10.000 del Soplao y el Ecotrimad, y sólo 3 fines de semana libres. Lo que saque de mitad de junio será lo que tenga que consolidar hasta el medio ironman de Garai a principios de julio, y desde ahí, a hilar muy fino para evitar cualquier paso atrás y pulir lo que falte, que será mucho, seguro. Sólo quedará una etapa, el Ultra Trail de Picos de Europa (Macizo Oriental), que correré en equipo con mi amigo Toño al que debía una carrera de montaña que el año pasado no pudimos cuadrar, y qué mejor que hacerla en casa.

Y al final de todo ese camino, de tanta prueba que cualquier otro año sería un objetivo y no un entrenamiento más, tendré que estar en Embrun y demostrarme que puedo nadar 4 km casi de noche en un lago que tendrá el agua bastante fría, rodar 188 km en bici en un recorrido de más de 5.000 m de desnivel y puertos como el Col D´Isoard (una etapa que perfectamente se puede encontrar en cualquier Tour de Francia), y correr al final una maratón llena de cuestas y trampas.

Cada metro de entrenamiento con la idea de llegar a la meta de Embrun, y sólo con una obligación: seguir divirtiéndome, que si no esto pierde el sentido.

miércoles, 16 de enero de 2013

rodaba



Recorría una calle, giraba en la esquina y quienes la perseguían la perdían de vista. Si preguntaban en la perpendicular en que giraron sólo recibían caras de asombro. Nadie la había visto.

Podían pasar días sin que sucediera de nuevo, sin que volviera a recorrer una calle vacía, por mitad de la calzada. Los que no la veían creían que todo pasaba por ser una leyenda urbana para coleccionar. Otros vivían simplemente ajenos a su existencia, a su callejeo.

Los locos que la seguían inventaban tácticas y patrones de comportamiento para prever dónde aparecería la siguiente vez. Querían estar allí donde se volviera a dejar ver, ganarle tiempo para llegar a tocarla. Nada tenía aquello de juego, era un objetivo, un fin, una razón para apartar cualquier otro plan ante la leve sospecha de conseguir alcanzarla y contar su historia como trofeo.

Contarla a quien quisiera oírla. Mirar después por encima del hombro a quien nunca lo creyó ni lo haría más tarde. Trofeo para los imaginativos que matarían de envidia por haber sido ellos los astutos que hubieran llegado antes con sus manos.

Dos días de ridícula gloria y se sabrían retornados al anonimato. Al tedio diario vestido de uniformes de colores grises.

Darlo todo por su tacto.

Nada por su comprensión. Ni por levantar la vista a riesgo de perder una oportunidad. Nada por ver un gigante sentado a las afueras de la ciudad, jugando con una canica y el dado que un día encerró en ella. Echándola a rodar por calles donde no hiciera daño y rescatándola al final con dos dedos rápidos. Toda su atención fija en el momento en que el dado se parara y la suerte de la ciudad dejara de rodar sin haber sabido en semanas que de 6 caras 2 suponían que no hubiera a quién saludar.