martes, 21 de mayo de 2013

frío, corriente y falta de ojo

El título de esta entrada son las 3 causas de mi retirada en el tri de Bilbao.

El día ya se sabía que iba a pintar terrible por la climatología: frío, viento, lluvia ... pero parece que nadie pudo prever lo que ocurriría en la natación en la ría y por un grave error de organización y federación no se cumplió el reglamento para evitar ponernos en peligro como se nos puso.

Respecto a la temperatura del agua no hay versión oficial, sólo nos dicen que midieron el agua la tarde anterior y estaba a 14,4 grados, cosa que sabemos que no se mantuvo en la mañana del sábado. Desde entonces he oído versiones de 13 grados, 11,9 ó 10 ... todas ellas por debajo del mínimo reglamentario para que la natación se haga entera ... y alguna por debajo del límite siquiera para echarnos al agua. Pero se nadó. Y no hay cifra oficial de temperatura porque la versión oficial es que no se volvió a medir la temperatura desde la tarde del viernes porque no suponían que fuera a quedar por debajo de lo reglamentario (14, para entendernos).

Y sí, todos somos mayorcitos para meternos en el agua o no y nadar o no, pero también todos lo hacemos suponiendo que la organización y la federación están cumpliendo sus propias normas y no nos están poniendo en riesgo saltándose porque sí las establecidas para nuestra seguridad. Lo que sí puedo asegurar por experiencia propia es que el agua dolía. Aun así, como un bruto más, allá que voy y en la salida estoy con los demás locos a pegarnos contra la ría y lo que viniera después. El primer tramo bien, normal, hacía un frío terrible, pero el neopreno aguanta y las manos, los pies y la cara se van acostumbrando ... y voy a favor de corriente.

Lo malo llegó al girar la boya y empezar el tramo de vuelta (la boya está antes de la mitad, así que el segundo tramo es de más de 1 km). Ahí enseguida nos dimos cuenta del problema que íbamos a tener con la corriente; el paso era demasiado estrecho y al quedarnos frenados costaba un rato salir de la recreación de peces del estanque del Retiro en que nos convertimos unos encima de otros para coger aire. Cuando pasé fue cuando cometí mi error de urbanita ignorante: nadar más cómodo de gente hacia el centro de la ría. Como me diría horas más tarde el gran Josele: en los ríos se nada por el centro a favor de corriente, y contra corriente por la orilla. Mucha gente lo sabía y por eso nadaban juntos haciendo más metros pero pegados a la pared ... yo no lo entendí sobre la marcha y eso me costó agotarme nadando más de 1 km contra una corriente exagerada por la crecida de la ría por las lluvias de los últimos días y, por lo que nos cuentan, por la suelta de agua que hizo un embalse unas horas antes.

Cada metro cuesta lo indecible y para avanzar no te das cuenta de que estás poniendo cada vez más fuerza para avanzar. Y en mi error me condené. Poco antes del puente del Ayuntamiento empiezo a notar cosas que no deben estar ahí. Ya había perdido toda la sensibilidad del meñique y el anular de la mano izquierda, que no bajaban al entrar en el agua, flotaban, no hacían fuerza, y el resto de ambas manos lo calentaba cerrando los puños ... pero eso entraba dentro de lo normal. Lo que no entraba en lo normal era empezar a tener frío dentro del neopreno. En ese punto, en la curva del puente, la corriente ya podía conmigo, no avanzaba, sino que me iba para atrás; intenté atacarla por 3 sitios distintos, pero ya estaba helado y no avanzaba un metro ... era el punto de reconocer que los 200 m que me quedaban para acabar la natación no los iba a conseguir recorrer. Levanté la mano y uno de los paddle-surfistas de la organización me acercó a la lancha de la Cruz Roja para sacarme antes de que tuviera un problema. No pude ni subirme a la lancha, no me había dado cuenta de hasta qué punto me había vaciado contra la corriente que ya sólo me debía estar moviendo por inercia; mis brazos no respondían y me subieron a la lancha como si subieran un atún.

... Un rato después, ya en tierra, en medio de la rabia infinita de no haber sido capaz de terminar siquiera el sector de natación, aún necesité ayuda de un voluntario para quitarme el neopreno o cerrar la cremallera de una chaqueta. Hora de calentarse y relajar la cabeza.

Con las horas, con los ánimos de los colegas berragrosianos se me quedaba una buena lectura de todo esto: la rabia no me la va a quitar nadie, pero tampoco que lo di todo, que cometí un error técnico de trazado en la ría que me vació y de eso ya he aprendido ... y sobre todo me quedará el que mi sempiterno respeto al agua, cercano a lo excesivo, no me hizo darme la vuelta antes de bajar a la ría, ni nada más entrar en ella; todo lo contrario, me demostré que mi cuerpo aguanta nadar en agua fría, que puede rendir bien, respirar bien, no agarrotarse, etc., por muy jodida que se ponga la cosa. Y eso de cara a Embrun, a nadar en un lago de los Alpes a las 6 de la mañana, importa y mucho ... me he quitado un peso de encima con todo esto.

Tengo que seguir entrenando, me queda mucho trabajo por delante, pero a pesar de todo la lectura sigue siendo buena. Y la tendré a pesar de la paliza de espalda que tenía el domingo o de los 2 días que me he pasado en casa con fiebre como regalito de Bilbao: hipotermia + agua de dudosa salubridad + sobreesfuerzo ... lógico, vamos.


Y después de otra pelea contra los elementos sigue la temporada: próximo episodio en casa: 1 de junio, cicloturista de Los 10.000 de El Soplao: serán 220 o, si me veo bien, 315 km sobre la bici sin un metro plano ... esperemos que, como excepción, el tiempo nos acompañe. Por aquí estaré para contarlo ... hasta entonces, a entrenar se ha dicho.