martes, 6 de diciembre de 2011

el portalloros

La casa tenía que ser grande. 
No cabían más opciones que ésa, ¿de qué otro modo se podría tener dentro del cuarto de baño un portalloros, como aparecía en la enumeración del mobiliario del contrato de alquiler que acababa de encontrar en mi mesa?
Le di vueltas, me puse boca abajo, y también de costado, lo cambié de forma, de superficie, de años a quien lo mirara, y lo que menos quería era entrar en la casa, o saber dónde caería (perdería mi juego).
Porque, ¿qué aspecto se supone que tiene un portalloros?, ¿acaso tiene uno concreto?, ¿hay un estándar? ... no sé, si fuera para mí tendría que acomodarse a lo que necesitara cada vez, protegerme y desahogar tristeza, gritar y soltar rabia; tiene que ser un invento magnífico si puede servirte en todos esos momentos sensibles tan dispares. Y encima eso es ahora, pero si ese lo que sea está en una casa deberá soportar las lágrimas de la abuela igual que las del crío que no quiere salir del baño porque el pasillo de vuelta  a la cama está oscuro y seguro que lleno de todos los monstruos imaginables de madrugada, y hasta sabrá cruzarte la cara de una bofetada si la cosa pinta de histeria desesperada.

A quien sea, gracias.
Pero ...
... una sugerencia: que lo hagan portátil, que eso de que tenga que estar en el baño no termino de entenderlo, ¿o es que no servirá para los lloros de ventana del dormitorio, o para los disimulados en la cocina culpando a una cebolla que pasaba por allí?

... y una paradoja: seguiré imaginándolo pero no quiero tener uno, pierde interés.






(nacido de una errata)

(o quizá no)