martes, 24 de abril de 2012

las cosas bien hechas

Qué divertidos son los triatlones cuando tienes en la cabeza cómo te toca afrontarlos. Y qué geniales cuando no tienes ni zorra y vas improvisando el guión según toca.

Como decía el otro día, llegaba a Elche corto de forma con la inquietante calma de que este año sé que no podré llegar a mucho. Si una sensación como la de "inquietante calma" se te viene a la cabeza para explicar cómo te encuentras antes de un triatlón, date por confuso; vamos, que tienes un lío en el coco importante. En mi caso eso me llevó a pasarme la semana exageradamente nervioso sin saber exactamente por qué; y la clave era algo tan raro como la "inquietante calma", con el añadido cómico de que ese algo no lo he comprendido hasta hace un rato pensando en cómo ha ido todo. En fin, palabros y juegos conceptuales aparte, la gracia de todo esto fue que de algún modo sabía desde hacía tiempo que, aun no estando en forma ni de lejos, la adrenalina me iba a pedir vaciarme como si estuviera a otro nivel ... y si una sensación así se te presenta el día de una prueba, no te des por confuso, date por jodido o pon medidas para no liarla. No llegas a comprenderlo, pero empiezas a intuir el porqué de esos nervios y ante eso no toca frenarse, sino pactar; de acuerdo, te vas a poner a prueba, pero sólo es el principio de la temporada: así que a tope, pero sin que llegue la sangre al río.

La verdad, si miras los tiempos de la prueba (5h 47´al final) no son nada para tirar cohetes, pero es que el domingo los tiempos me daban igual (hasta cierto punto, claro, al fin y al cabo somos deportistas). Si miro uno por uno, la natación casi en 40´ es un desastre; vamos, que como el agua me impresiona tanto, pierdo la concentración enseguida y verme encerrado en un grupo entre la primera y la segunda boya recibiendo y dando golpes por todos lados y sin un espacio decente para respirar o dar 2 brazadas limpias me hizo retrasarme y perder todo el ritmo; y desde ahí, una de mis exhibiciones de desorientación, así que hice muchos más metros que los que tocaba. La bici en 3 horas (unos segundejos menos) tuvo su pase, sobre todo porque el viento buscándonos la cara puso muy fácil aquéllo de vaciarse para nada. De las transiciones mejor ni hablo, que dan para tomarse un café cada una de ellas; y la carrera a pie era la gran incógnita: con la dureza que habían prometido no sabía si tendría piernas suficientes para correr y no arrastrar los pies ... al final 1h 56´, demasiado para ser una media maratón, pero fue el máximo que me pude permitir, y encima la disfruté con la suficiente soltura como para llegar sonriendo a meta, levantando los pulgares, sacando la lengua de guasa y con el sentimiento impagable de que todos los berrakos que ya habían llegado estuvieran esperando para animar desde que empecé la última vuelta, para chocar la mano, para felicitarte por terminar (y algunos llevaban ahí más de una hora). De verdad, me quito el sombrero, muchísimas gracias a todos ... a todos, y en especial a una que yo me sé por estar, por quererte venir, por pegarte el madrugón sin rechistar, por recogernos las mochilas, curratse las fotos y pasártelo como una enana en medio de todos esos "jipis colgaos" que somos.

Un triatlón inolvidable por mil detalles que conozco y otros tanto de los que me iré dando cuenta, por una imagen como la de arriba que lo dice todo, y por permitirme decir algo que estaba desando escribir desde que me tocó pasar el trago de Segovia: empate a uno.


miércoles, 18 de abril de 2012

estoy verde

Pues parecía que iba a ser mucho tiempo y no tengo la sensación de que haya pasado tanto desde que corrí el triatlón de Vitoria a finales de julio ... y ya sólo quedan 4 días para el medio ironman de Arenales (Elche). Seguramente me parezca poco al triatleta de Vitoria, el que corrió ya cansado de una temporada muy cargada. Sin embargo, tiene toda la pinta de que el rendimiento será semejante, sólo que si en Vitoria estaba pasado de forma, en Elche voy a estar muy corto. Ya era previsible que esto de hacer un máster me iba a dejar poco tiempo para entrenar, y aunque un invierno tan seco y tan suave como el que hemos tenido me ha dejado bastante margen los domingos, tampoco sé inventar imposibles, y entre unas cosas y otras no empecé a nadar hasta febrero y me he comido 5 semanas seguidas sin coger la bici (justo hasta hace 4 días). Ya, la carrera a pie va mejor que antes, pero los 2 primeros sectores me van a pesar mucho, así que más me vale tomarlo con calma si quiero seguirme planteando esto como juego y diversión. Y como muestra, el entrenamiento de este fin de semana con la bici: un par de horas el sábado jugando al tú la llevas con las tormentas, y algo más serio el domingo camino de La Cabrera; de ruta para allá el viento de cara convirtió un llano en un puertarraco de montaña larguísimo y yo iba solo, pero aunque esas condiciones de por sí son duras, no lo deberían ser tanto como para dejarme literalmente clavado subiendo La Trampa (o Cerro de Valgallegos), con la bici vibrando de tanta tensión en alguna curva en que iba tan despacio que parecía que me iba a caer. Sin más, al final subes, que son sólo 2 ó 3 kilometrillos, pero en la cabeza te queda claro que te falta un mundo para correr en forma.

Sí, eso también lo sé, es probable que eso no lo consiga en todo el año, el precio mínimo de estudiar a la vez que trabajar y no parar quieto. Aun así, como buen cabezota, seguiré sacando lo que pueda para que acabe pareciendo que corro y todo.

Ahora sí que empieza el lío

... nos vemos en algún kilómetro