miércoles, 29 de junio de 2011

Off >> On


Desmontar una paradoja de rendimiento físico encierra en sí otro concepto con apariencia ilógica: la solución está en tu psique.

La ventaja con la que contaba era que en casa tengo el genial poder de multiplicar el tiempo, así que soy capaz de pasar allí 2 semanas cuando el resto de mortales sólo han sabido contar hasta 4 de jueves a domingo. Y 2 semanas en casa me bastan para descubrir que la clave estaba en reciclar ... que una musculatura agotada activada de nuevo a ritmo sostenido, sin alardes, sin excesos, como si volviera al entrenamiento tranquilo del invierno, vuelve a reirse a carcajadas

sólo es un cambio de imagen sensitiva

ver dónde escondiste lo que parecía haberse ido de viaje sin contar contigo

cambiar el enfoque, dejar la bisagra oxidada en un secundario primer plano

entender que donde los tornillos quedaron secos puedes inventar espacios para lo que te venga en gana

miércoles, 22 de junio de 2011

Collado Cámara


Ni la ropa se desgarró.


Ni yo me hice poco más que arañazos por cruzar zarzas.


Ni siquiera la tensión del momento me hizo querer olvidarlo y he vuelto a caminar por allí con la mente en varias ocasiones.


Todo quedó en una risa nerviosa, casi un grito de liberación, después de franquear los dos últimos alambres que me separaban de una pradera conocida que me resultó tan parecida a la casilla de seguro de un parchís.


Allí cambió el tiempo. Se fraccionó de un modo inhabitual, irregular, dependiente sólo del caos rítmico en el que latiera mi corazón en mi cabeza, en mis piernas, en la punta de los dedos que tenían que agarrarse a donde nunca se les hubiera ocurrido.


Ocurrió sólo por no saber frenar a tiempo una absurda necesidad (escondida en algún rincón ... tramposa) de quererme demostrar no sé qué. Inútil. ¿Para qué si no necesito medallas, y las medallas no dan vida? http://youtu.be/GMZaoIL9B5M
Nadie que me conociera supo en ese momento de hace un par de veranos que por temerario estaba tan al filo de provocar cualquier locura. http://youtu.be/MT7eqgw_ivc


Atravesando arroyos, escalando sin material, reptando pendientes que te hacen meterte tan debajo de la montaña que pierdes el collado de vista, te desorientas y ni siquiera sabes si tu camino es el bueno, o siquiera si lo había. Lo hubo, claro, si no esto sería demasiado dramático como para contarlo ... pero pasé las de Caín para salir de esa liada en la que me había metido.


Lo cuento ahora porque es posible que mañana viernes vuelva a la ruta que lleva de Tanarrio al Collado Cámara, sólo que esta vez con Miguelo como sabia compañía y conociendo las puertas de entrada y salida de aquel hayedo vertical, que dejan intactas las posibilidades de disfrutar de un lugar tan espectacular, pero evitan todo el peligro que por inconsciente corrí la primera vez; cometí demasiados errores y la montaña no siempre te los perdona.

En fin, ahora os dejo, que mi bus hacia el norte sale en media hora. Cuidaos y no hagáis las mismas tonterías que yo encadené aquel día; tuve suerte, sin más.

Buen rollo, gente, tomadlo con humor http://youtu.be/oBDmAxSFt6A

domingo, 19 de junio de 2011

historia de un vacío

No voy a contar la historia de un abstracto, ni de un concepto filosófico teorizable hasta el infinito (o la nada, según se mire). No, trata sobre un vacío más pequeño (paradoja va) o más tangible (al menos para los deportistas), la historia de un vacío muscular.

Para quienes no la conozcan, la QH (Quebrantahuesos) es una marcha cicloturista de unos 200 km por los Pirineos; dicho así suena a barbaridad, pero la dureza real del recorrido depende en esencia de la velocidad a la que quieras hacerlo. Yo ya he estado allí cuatro o cinco veces, es una fiesta (sobre todo por el ambientazo de público) y para muchos cicloturistas (ciclistas que no cobramos un duro por serlo y hacemos todo esto por amor al arte) es el punto clave de su temporada. Para mí lo fue otros años, quizá cuando casi todo el deporte que hacía era sobre esas 2 ruedas tan finas, sólo que ahora que me he metido en el desparrame del triatlón me he centrado más en otras pruebas y venía aquí a cerrar un ciclo de pruebas y locuras de variado pelaje, sin exigencias más allá de lo que el cuerpo me pidiera.

El tema es que, dentro del respeto que le tengo a cada prueba, siempre caben sorpresas y la del sábado no fue de las más agradables (a priori). Tomé la salida y en menos de cuarenta pedaladas ya estaba mirándome las piernas ... estaban ahí, sí, parte de mí, como siempre, aunque dentro no tenían "nada"; era como si durante la noche alguien hubiera venido a robármelas y las hubiera sustituido por otras de apariencia idéntica, pero fabricadas en corcho. Duendecillos y enanos de mala intención aparte, la realidad es que la versión en corcho de mis patas la fabriqué yo mismo al dar todo lo que tenía en Zarautz. Una semana es poco tiempo para recuperar al final de una temporada concentrada en 50 días, y más si duermes poco.

¿Y qué haces si en la salida de un recorrido que conoces perfectamente te encuentras vació de fuerzas? Ahí caben 3 opciones: la primera es sólo teórica, dar media vuelta ... ni de coña, no me gusta rendirme sin lucha; la segunda: no medir, tirar de orgullo malentendido ... y acabar deshecho a mitad de carrera, es decir, un sinsentido, y el absurdo sólo me interesa como estilo humorístico. Me quedaba la tercera: convertir la etapa en un baile lento con mi bici, en el que el ritmo lo marcara sólo la cabeza si las piernas no podían; la pega de estos esfuerzos de concentración es que te agotan mentalmente, pero si te sales con la tuya bailando un vals de ocho horas en un escenario como los Pirineos, merecen la pena el divertimento y el disfrute cuando la mano te ha repartido cartas tan malas.

Ahora me parece que me he ganado un descanso antes de afrontar de aquí a un mes el Triatlón de Vitoria, así que me marcho el puente a las montañas de los Picos, a casa.

... Eso sí, antes no me pienso perder pasar la noche del martes timando al tiempo en el estrenaken de Ron Lalá en el Alfil ... ¡a pinchoooooooooooooooooo!

martes, 14 de junio de 2011

el que ríe el último ... es el mismo al que veo siempre al otro lado del espejo

Se ríe satisfecho porque es quien más sabe de mí. Parece que me estoy mirando, sólo una imagen reflejada, pero no es así, el que está enfrente es mi yo interno, que me examina para ver si sus sensaciones están bien interpretadas y echadas a crecer, y pocas veces falla; es el dueño de mi conocimiento, mi salvaguarda, es mi conciencia sensible y nunca dejo de sorprenderme cuando leo lo que me va dejando en los segundos en que le da por elegir que es su hora de aparecer en escena.

Son muchos años como para no entenderlo, así que suelo saber a qué atenerme. Cuando el domingo que estaba en Oyambre me hizo mirar al este acababa de encender los motores que llevaba meses puliendo, aprovechando la energía que yo creaba en cada entrenamiento. Me hizo mirar hacia allí para decirme que estaba listo, que confiara, que creyera en mí, y como muestra me dejo ese nervio de los grandes días, el que siempre tengo antes de las pruebas que me salen realmente bien, sólo que esta vez, por la relación de amor-odio que tengo con el agua desde pequeño, la empresa tomaba tintes muy serios, tocaba empezar un triatlón nadando más distancia que nunca, en el mar (por primera vez) y encima era el Cantábrico. Tanta tensión requirió que el nervio del día antes de la prueba fuera el nervio de la semana antes de la prueba, y todo el mundo me lo notaba. Me hormigueaba el cuerpo entero, las piernas se me llegaban a poner histéricas (sólo me faltaba ponerles collares y una correa para poderlas sujetar mientras andaba o permanecía sentado en la oficina). Todo estaba listo en el punto deseado y lo sentía tal cual, pero por prudencia no quise decírselo a nadie, que uno no es infalible y siempre se puede cruzar cualquier cosa que trunque el destino de las buenas sensaciones, de la sostenida intensidad creciente que pide que den la salida de una maldita vez, sin miedos, con respeto, pero con ganas de morder el tiempo que transcurra hasta que una línea de meta me dijera que lo había conseguido.

Para escribir sobre esto he necesitado dejar 2 días en que los recuerdos y los sentimientos del sábado se asentaran y supiera entenderlos. El triatlón era por la tarde, así que me levanté con calma a eso de las 8 y media, desayuné y me fui al tren que me llevaría de Lasarte-Oria a Zarautz. Recogida de dorsales, charla, vistazo a las banderas rojas de la playa, comida en un parque del centro del pueblo y a preparar los boxes para las transiciones. A eso de las 2 ya cogíamos el bus que nos llevaba a la salida en Getaria, probé el agua y me pareció que estaba de escándalo (la adrenalina me impedía tener frío ... o eso, o me había mentalizado tanto para no achantarme por el agua fría, que la realidad me pareció superada). Bocinazo a las 3, salida, tres pasos sobre la playa y a nadar lo que hiciera falta (pero no podía hacer falta nadar más de una hora, o no habría premio).

Nada más entrar en el agua, quizá por semejanza formal o por evocación conceptual, apareció de nuevo el del espejo, que lleva toda una vida estudiándome y sabe que era el momento de exhibirse, de poner encima de la mesa el aprendizaje de momentos de agobio como el de Lisboa. En el Cantábrico no había sitio para dudas, sólo para concentrarme en el ritmo de las brazadas, en limpiar la técnica todo lo posible, y no sacrificar ni en broma un solo milímetro cúbico de pulmones por llenar de aire mientras la mirada se te va a los espectaculares acantilados, y por vaciar cuando vuelves a sumergir tres cuartos de cabeza en el mar. Tampoco caben dudas cuando la distancia entre los participantes se estira y cada vez ves menos gente ... los demás están en su lucha, tu batalla sólo tiene un contrincante, un reloj que no puede llegar a 1:00:00 antes de que vuelvas a pisar la arena de la playa. Ayuda tener contactos que se han encargado de prepararte un día de sol y poco viento, pero al fin y al cabo la marea está bajando, por lo que luego te contarán parece que lo está haciendo con bastante resaca, después de todo el reloj sólo entiende de transcurso de tiempo y a ti sólo tiene que preocuparte no permitir que te venza una máquina que cuenta al revés (el tiempo en modo "vaso medio vacío").

Cuando vuelves a pisar en firme te sientes algo mareado y necesitas hacer la transición en boxes con un poso de calma para no tener el cuerpo atravesado por el zarandeo de las olas. Cogí la bici con rabia, si me habían dejado seguir era porque el corte de la hora no me había pillado en el agua, y ya necesitaba ir a cuchillo a por la siguiente etapa, que encima me había propuesto el órdago de correr sin contemplaciones hasta donde llegara la energía, y eso requería que las piernas se llenaran de sangre enseguida y la fuerza de nadar en la genial tensión de lo desconocido se tradujera en watios sobre ruedas.

Si la natación había sido una gozada, el sector ciclista a caballo entre la línea de costa y el monte que se empeña en llevar la contraria a lo plano, el verde contra el azul, prometía y no defraudó. Todo era puro disfrute, ni un momento medio malo, esfuerzo a saco, pero siempre con sensación de potencia, de poder seguir mordiendo segundos apretando un poco más ... y en éstas llego la siguiente incógnita ¿correría bien los 20 km finales por primera vez en un triatlón? (en el Astromad de septiembre la dureza, el calor y mi bautismo como triatleta me obligaron a hacer la mitad (las cuestas) andando, y en Lisboa la última vuelta se me hizo eterna, con las piernas tan pesadas).

En cuanto bajé de la bici ya me sentía bien, no tenía que esperar ni 100 metros para poder soltar las piernas y correr cómodo en la exigencia que me estaba poniendo (a ver, no soy buen corredor, así que mis tiempos nunca son para tirar cohetes, pero 5 minutos por kilómetro me parece bastante decente para mí en estas pruebas). Por si fuera poco lo que ayudaba el buen rollo del día, el haber superado la natación y la bici con fuerza y con reservas suficientes para el último sector, en Zarautz tienen la sana costumbre de hacer un circuito precioso en el que vuelan los kilómetros que corres junto al mar y, sobre todo, vuelan los que haces en el estrecho pasillo que te deja el público al cruzar el pueblo (y las manos de los niños, que quieren chocar con la tuya sin importar que seas el primero o el último ... es su ilusión); todo el mundo grita tu nombre (va escrito en el dorsal), y aceleras sin darte cuenta porque somos puras emociones, nos pongamos como nos queramos poner.

Llegan el 17 y el 18 sobre los tablones del final de la playa, con un reflejo del sol en el mar que no ves cualquier día (quizá no por él, quizá sí porque tus ojos no serán los mismos que los de hoy), del 19 ni te enteras, saltas a tocar el cencerro del último paso por las callejuelas peatonales de Zarautz, giras en la plaza y te permites el lujo de esprintar los últimos 100 metros en que ni un bache puede evitar que te lleves tu premio tan pequeño y tan enorme, levantar los brazos al cruzar la línea de meta http://atletismoatope.diariovasco.com/videos-atletismo/carrera/triatlon-zarautz-hombres-2011/100/canas-costa-rafael/71144.htm

5 horas y 19 minutos para no olvidar (por segunda vez en esta temporada: en la maratón de montaña del Soplao por el día inesperado; en Zarautz por el día perseguido), para acordarte de cada persona que te mandó apoyo y que seguro que en algún momento del sábado se acordó de dónde estabas y de cuánto valor tenía para ti.

Y una última línea para darle las gracias en especial a Ángel (Tortuga Humana) por esa idea que tuvo hace un año y una semana de proponerte que te metieras a hacer triatlones ... "eso sí, cuidado que engancha"

... y tanto

lunes, 6 de junio de 2011

contradicciones que te recuerdan que es la hora

Es curioso pensar que la casa de uno es un concepto más emocional que tangible, es una cuestión de sentimiento, no un espacio que podamos poseer ni definir. Como desde pequeños nos educamos en dibujos de pared rectangular y tejado triangular (todo ello en 2D) la idea necesita una ubicación espacial, aunque quizá no unas fronteras definidas. En mi caso, vivo la aparente contradicción de que mi casa no es el lugar en el que vivo. De hecho, cae a unos 500 km de Madrid, en una aldea de los Picos de Europa: Bejes; y por la misma definición de casa, ni siquiera me puedo quedar con las paredes del albergue o los límites del pueblo, mi casa sólo tiene la frontera de mis sensaciones, de las que siento cuando estoy allí ... por eso necesito ir de vez en cuando, a cargar energía. Lo hice el finde pasado, estuve en casa para hacer un intermedio en la temporada salvaje que me estoy enchufando, recargué pilas y vuelta al ritmo habitual. Como paso intermedio (más abajo veréis hacia qué (no lo sabía del todo ni yo)), este sábado me planté en Cabezón De La Sal, como hace 2 semanas, para correr los 10.000 Del Soplao, sí, como hace 2 semanas, pero esta vez era para la cicloturista de 220 km; lo mejor del día, sin duda, recuperar piernas de bici (yo me entiendo), rodar por una zona que me encanta y por la que tanto entreno (sobre todo en verano) y rehacer los últimos 4 km de la carrera de hace 2 semanas ... esta vez iba en bici, pero el buen rollo seguía estando ahí, y hasta parecía que mi sombra seguía sonriendo, así que todo a pedir de boca. Sin embargo, hablando de contradicciones, lo más llamativo no fue lo del sábado, sino lo de hoy, lo del día de descanso activo en el que me he ido a correr a la Playa de Oyambre para soltarme un rato después de la carga de ayer; he parado en el punto de encontrarme cómodo y nada cansado, ese runrún que te deja el nervio dentro hasta la siguiente ocasión; y me he descalzado, he metido las piernas en el agua del Cantábrico (fría, claro) me ha dado por mirar hacia el este, y en ese momento me he dado cuenta de que en mi inconsciencia, estaba poniéndome en la situación en la que me encontraré el próximo sábado en Zarautz: estaré en la playa de Getaria, tendré un número pintado en brazos y piernas, llevaré gorro, gafas de nadar, neopreno, y debajo el integral de triatlón, porque después de los 2,5-3 km que me separarán a nado de la playa de Zarautz (sí, la que estará allí, al este), todavía me quedarán 80 y algo de bici y 20 km de carrera a pie ... siempre que llegue a esa playa, esa que miraré hacia el este, antes del cierre de control una hora después de la salida. Sólo hoy, en un momento de relax, he sido realmente consciente de que en 6 días me enfrento al gran reto del año. La paz contra la presión. Mi apariencia calmada contra todo lo que tendré que explotar desde dentro para cruzar la meta sonriendo.