miércoles, 30 de enero de 2013

z

cortar un rato, despiezarlo en momentos, soltar instantes al azar, mezclarlos con personajes al arbitrio de un segundo irracional, seguir el juego como una historia, vivirla, creerla, crecer dentro de ella hasta que los pies queden en vilo

despertar, desperezarse, guardar el sueño en alguna parte que no encontrarás, a no ser que otra madrugada todo vuelva a caer en el mismo sitio en que lo dejaste y entiendas si caes o vuelas

domingo, 27 de enero de 2013

fechas para un reto demente

Si miráis en la columna derecha veréis el listado de pruebas que he programado para esta temporada. Sólo aparece lo serio, las pruebas más duras, para no eternizarme enumerando.

Avisé hace un par de meses de qué es lo que iba a pasar este año y he seguido adelante con la idea que se me ocurrió entonces, el día de mi cumpleaños, la idea de que ya es hora de crecer y correr un ironman y, puestos a explotar, escoger uno de los más duros del mundo: Embrunman, en plenos Alpes franceses.

La idea de la temporada es que todo sea un entrenamiento, todo menos la última fecha. Sólo quiero buscar un pico de forma, uno y no más, de modo que tengo que inventarme el modo de construir un cuerpo que pueda asimilar tanta carga de trabajo físico sin caer en fatiga y sin dejar de crecer hasta dentro de siete meses, cuando a las 6 de la mañana del 15 de agosto den la salida de este reto brutal en la orilla del Plan D´Eau D´Embrun. Antes de eso, cada prueba seria será un escalón hacia el siguiente nivel y, si le echáis un ojo a las fechas, gran parte de ese plan me la voy a jugar en primavera en las cinco etapas que van desde la Maratón de Madrid del 28 de abril, a la Irati Xtrem del 15 de junio; entre una y otra, el medio ironman de Bilbao, la cicloturista de Los 10.000 del Soplao y el Ecotrimad, y sólo 3 fines de semana libres. Lo que saque de mitad de junio será lo que tenga que consolidar hasta el medio ironman de Garai a principios de julio, y desde ahí, a hilar muy fino para evitar cualquier paso atrás y pulir lo que falte, que será mucho, seguro. Sólo quedará una etapa, el Ultra Trail de Picos de Europa (Macizo Oriental), que correré en equipo con mi amigo Toño al que debía una carrera de montaña que el año pasado no pudimos cuadrar, y qué mejor que hacerla en casa.

Y al final de todo ese camino, de tanta prueba que cualquier otro año sería un objetivo y no un entrenamiento más, tendré que estar en Embrun y demostrarme que puedo nadar 4 km casi de noche en un lago que tendrá el agua bastante fría, rodar 188 km en bici en un recorrido de más de 5.000 m de desnivel y puertos como el Col D´Isoard (una etapa que perfectamente se puede encontrar en cualquier Tour de Francia), y correr al final una maratón llena de cuestas y trampas.

Cada metro de entrenamiento con la idea de llegar a la meta de Embrun, y sólo con una obligación: seguir divirtiéndome, que si no esto pierde el sentido.

miércoles, 16 de enero de 2013

rodaba



Recorría una calle, giraba en la esquina y quienes la perseguían la perdían de vista. Si preguntaban en la perpendicular en que giraron sólo recibían caras de asombro. Nadie la había visto.

Podían pasar días sin que sucediera de nuevo, sin que volviera a recorrer una calle vacía, por mitad de la calzada. Los que no la veían creían que todo pasaba por ser una leyenda urbana para coleccionar. Otros vivían simplemente ajenos a su existencia, a su callejeo.

Los locos que la seguían inventaban tácticas y patrones de comportamiento para prever dónde aparecería la siguiente vez. Querían estar allí donde se volviera a dejar ver, ganarle tiempo para llegar a tocarla. Nada tenía aquello de juego, era un objetivo, un fin, una razón para apartar cualquier otro plan ante la leve sospecha de conseguir alcanzarla y contar su historia como trofeo.

Contarla a quien quisiera oírla. Mirar después por encima del hombro a quien nunca lo creyó ni lo haría más tarde. Trofeo para los imaginativos que matarían de envidia por haber sido ellos los astutos que hubieran llegado antes con sus manos.

Dos días de ridícula gloria y se sabrían retornados al anonimato. Al tedio diario vestido de uniformes de colores grises.

Darlo todo por su tacto.

Nada por su comprensión. Ni por levantar la vista a riesgo de perder una oportunidad. Nada por ver un gigante sentado a las afueras de la ciudad, jugando con una canica y el dado que un día encerró en ella. Echándola a rodar por calles donde no hiciera daño y rescatándola al final con dos dedos rápidos. Toda su atención fija en el momento en que el dado se parara y la suerte de la ciudad dejara de rodar sin haber sabido en semanas que de 6 caras 2 suponían que no hubiera a quién saludar.