lunes, 19 de noviembre de 2012

aleatoriamente repetitivo

Once tramos de escaleras ascendentes, descendentes, a izquierda, a derecha, curvados, quebrados, suspendidos, invertidos, imantados o mudos, pero once. Cada vez combinados de un modo diferente y absurdo camino del lugar que debe quedar más o menos en ninguna parte.

Siempre agotado, teniendo que cogerme la siniestra con las manos para que suba el último escalón. Sin aliento. Con hambre. Con sed pero no puedo comerme ni beberme el vacío.

Y grito

¡grito!

¡¡¡                  !!! y al tercero no me sale la voz y por mi derecha, por la carretera que nunca veo, viene un crío montado en una de esas bicis antiguas de exagerada rueda delantera que pedalea en equilibrio mientras juega entre sus manos con una caja de música que nunca suena igual. Me mira y se ríe: "te has perdido".


Despierto cada vez tumbado de costado en los asientos de un vagón de cualquier línea de metro. Mis gafas guardadas en una funda enfrente. Ningún recuerdo de cuándo salí de casa.

sábado, 17 de noviembre de 2012

girado

Silencio sobre montones de ropa sin notas bailando entre ellos.

Se ha ido el aroma de viaje, de espacio prestado, camas barajadas como cartas, sueños terminados sin saber dónde abres los ojos o hacia dónde mueves los pies.

Silencio de noche sin concierto, sin pelos de punta, sin discos que cambian de manos ... sin salas vacías ni ruido de botellas recogidas, sin vasos que bebieron asombros o calentaron ideas.

Motor callado que no acompañará a los músicos a su descanso de madrugada. Madrugada sin ritmo de gira.

silencio


silencio



                 girado







lunes, 5 de noviembre de 2012

A Ron Lalá

Admirados genios:


Se apagarían las luces de la verde del Canal cuando ya estábamos todos fuera.

No vi ese momento simbólico de un final conocido, pero no importa. De hecho, es mejor que así fuera, que el último paso que dabais no fuese un fundido a negro, sino veros a los 6 despediros de nosotros, de vuestro "respetable", con luces en los rostros después de ni sé cuánto tiempo de una ovación que seguirá sonando en algún rincón de la sala en los ratos en que se queda muda con sus fantasmas. Se silenciaron las tablas de vuestra temporada del Siglo, pero no será posible que callen vuestras voces de comediantes en nuestras cabezas, jugando a que riamos cuando nos hacéis pensar a más velocidad de la que pueda imaginar algún diablejo. Alguno como yo, que no escribo como hermano o amigo sino como un simple espectador, uno más de vuestras mil funciones, otro cómplice de vuestras triquiñuelas para poetizar guasa o escenificar crítica, y de vuestro valor para seguir inventando teatro mientras el mundo se empeña en estandarizar el aire, en que hasta las personas sean un producto consumible o en que una idea sea algo a temer.


Gracias por ser tan listos


Seguiremos aprendiendo