lunes, 5 de noviembre de 2012

A Ron Lalá

Admirados genios:


Se apagarían las luces de la verde del Canal cuando ya estábamos todos fuera.

No vi ese momento simbólico de un final conocido, pero no importa. De hecho, es mejor que así fuera, que el último paso que dabais no fuese un fundido a negro, sino veros a los 6 despediros de nosotros, de vuestro "respetable", con luces en los rostros después de ni sé cuánto tiempo de una ovación que seguirá sonando en algún rincón de la sala en los ratos en que se queda muda con sus fantasmas. Se silenciaron las tablas de vuestra temporada del Siglo, pero no será posible que callen vuestras voces de comediantes en nuestras cabezas, jugando a que riamos cuando nos hacéis pensar a más velocidad de la que pueda imaginar algún diablejo. Alguno como yo, que no escribo como hermano o amigo sino como un simple espectador, uno más de vuestras mil funciones, otro cómplice de vuestras triquiñuelas para poetizar guasa o escenificar crítica, y de vuestro valor para seguir inventando teatro mientras el mundo se empeña en estandarizar el aire, en que hasta las personas sean un producto consumible o en que una idea sea algo a temer.


Gracias por ser tan listos


Seguiremos aprendiendo


No hay comentarios:

Publicar un comentario