martes, 18 de diciembre de 2012

reflexión a la una y veinte

caras giradas mirando nada, viendo nada

perfiles escondidos de espejos que nunca fueron ni estuvieron allí

penúltimos pasos de todo para que nada deje de estar a medias
últimos pasos sólo de vacíos hipotéticos, superficiales, intrascendentes

teorías de quien hay delante para no saber cómo siente
quimeras del deseo de cuentos

juegos de críos sobre cuadrícula
vidas en cajas
ilusiones en paquetes de regalo con precio

magia olvidada

infancia sin brillo en los ojos. Risas tasadas


y todo por dinero.
Dinero que no lucha


domingo, 2 de diciembre de 2012

camino de Embrun

Hace exactamente una semana, mientras terminaba la maratón de San Sebastián, me hubiera resultado una broma pensar que el fondo de lo que escribiera luego en este blog sobre ello fuera una consecuencia tan tremenda que sólo de pensarla se me ponen los pelos de punta y todo el cuerpo en un estado de nervios genial, como de maquinaria encendida, del pulso eléctrico que tengo en los días de carreras grandes cuando estoy realmente en forma.

La maratón de Donosti no resultó para recordar por el rendimiento deportivo objetivo, un tiempo de 3h 54´ no da para mucha euforia. Pero las circunstancias han sido el detonante de que algo que tramaba en silencio para futuras temporadas, lo haya pasado a la de 2013. Una vez más, y tendré que ir de nuevo al médico a ver si me dan de una vez una solución, mi estómago decidió en el km 8 que no estaba para correr y me tocó empezar a pactar con él en qué ritmo iba a poder soportar tanto malestar sin tenerme que retirar. Esto también me pasa a veces entrenando, pero como estoy cerca de casa no tiene más importancia, te das la vuelta y punto ... pero en 2012, en las 3 carreras a pie que he hecho (Segovia, Panes-Potes y Donosti) he tenido que correr malo porque mi tripa no aguanta tanto bote, y ya basta de correr a base de heroicidades para tapar parches, sólo quiero heroicidades para volar.

De la maratón no esperaba nada. Iba sin entrenamiento específico (por ejemplo, hasta 10 días antes me había tirado 3 semanas sin correr un metro), sin haber movido una pestaña con idea de correr mejor en Donosti, simplemente iba a correr por amor al arte y en compañía de un colega, Rubén. Pero se me cruzó el estómago, me jodió la carrera cuando aún tenía 34 km por delante, y en el 25 dijo que no podía ir más allá. El problema de mi estómago es que creo que aún no se ha enterado de que mi cabeza es más fuerte, y si le uno mi corazón, que le había prometido a mi amigo Jim que le dedicaría simbólicamente el esfuerzo de la carrera para mandarle desde la distancia el abrazo enorme que no le puedo dar en persona tras la pérdida de su padre, estaba claro que no me iba a retirar. No entiendo la rendición como opción y a Jim no le iba a fallar, así que tras un cuarto de hora volví a arrancar desde el km 25, encendidísimo, cabreado, rabioso por tener piernas para mucho más, y a la vez con la sangre fría de dominarme para poder llegar a meta, que ya era lo único que importaba. Otra vez a correr con sudor frío en la nuca y con el cuerpo cada vez más del revés ... como si hubiera empezado a diluviar, lo mismo hubiera dado, iba a llegar a meta al máximo que mi cuerpo me permitiera.

Y la meta quedó atrás, otra maratón hecha, una ciudad preciosa para correrla y una espina para quitarse en otro momento de volver en condiciones físicas de ir todo lo rápido que ese día no pude.

Hasta aquí otra carrera a cara de perro que no tenía por qué tener más historia que el recuerdo de haberla corrido. Pero no sé si por lo bien que me he encontrado después toda la semana (no parecía que hubiera corrido una maratón ni de lejos), por la emoción de dedicarle la carrera a Jim, por la mezcla de esas sensaciones con la anécdota de tener que contar 33 desde el miércoles, o porque correr con tanta rabia me ha desatado otro punto de locura, me di cuenta de que lo que había hecho no había sido una maratón más. No. La realidad escondida es que había sido el primer entrenamiento de algo mucho más serio, el primer paso de ese proyecto que culminará el 15 de agosto y que hace una semana me hubiera sonado a broma pensar en tener en la cabeza pero hoy, en cambio, me pone una sonrisa desafiante en la cara y la mirada de "la voy a liar".

El primer paso de un reto que hace que todo lo recorrido hasta ahora sea nada. El primer paso de un juego al que sólo podré jugar explotando lo que soy hoy, creciendo mucho más de lo que pueda imaginar. El inicio de infinidad de horas y kilómetros de entrenamiento que acabarán resumidos un día de agosto en hora y algo de nado, incalculables de ciclismo a través de mitos como la Casse Déserte, y pelos de punta y lágrimas de emoción cuando una maratón después cruce la meta de Embrun.


El primer paso de mi salto al ironman

                                                   
                                                              ... el primero de mi camino a Embrun




sábado, 1 de diciembre de 2012

la montaña intermedia

Eres algo que necesitas limpiar y dejaste en alguna parte de tu cabeza cuando apareces en la montaña intermedia.

Nadie sabe cuándo irá, ni conoce si los demás comparten el mismo lugar que uno. Pero vamos. Caminamos por ella a tres cuartos de ladera sin sentir al resto aunque quien nos viera creería imposible que no nos rocemos.

Nadie nos ve. La montaña intermedia no se puede observar ni acepta a quien no la necesite; tampoco la encontraría. Suena. A música que no sabría escribir. Cuenta. Lo que soñó algún sonámbulo cómico.

Espero no olvidarla.
Ella olvida que la esperamos.

Quien la perdió dejó en ella el recuerdo de una hoja transparente.