miércoles, 7 de agosto de 2013

contrastes

He pasado el mes de julio jugando a blanco y negro, a todo o nada, fotografías de ratos sin grano, ISO 100, sin matices, películas de buenos y malos.

He tenido que vivirlo así para mantener la concentración, el foco en el objetivo, en que después de 10 meses currándome Embrun ya sólo quedaban los últimos pasos, ésos que ya cuestan tanto y que te piden que tomes más impulso para no darte de cara contra el muro.

En 4 semanas he sentido que se me escapaban las horas entre los dedos que no podían parar un reloj de arena con forma de autómata de traje y corbata pegado a un teclado y a una pantalla llena de números que corren delante de mí mucho más tiempo que el que puedo dedicar a sentir que el cuerpo del humano depredador no se diseñó para desperdiciarlo en una silla; quieres que te quemen las piernas, los brazos, y no el cerebro, que la sangre hierva con motivo.

Mi suerte fue recordar los veranos de mi infancia en Guadarrama, y allí me largué dos fines de semana; mi lujo, que las dos competiciones que tenía, Garai y el ultra trail de Picos, me ilusionaban cayera lo que cayera.
Lo entrenamientos en Guadarrama me enseñaron que creo estar en el camino que planeé a principio de temporada, lo mismo que sentí otro fin de semana de calor y viento en Alicante. Ya me da igual lo largo que sea un entrenamiento, ni me preocupa, el tiempo que grita delante de un ordenador no puedo sujetarlo, el resto es como si parara y me guardara en un globo hasta la hora de dormir; aunque también sé que se acaba, que Embrun está a menos de dos semanas y se me vendrá encima antes de que me dé cuenta. De hecho, en los días en que llevo escribiendo esta nota a ratos, en líneas sueltas, ya sólo tengo ... (¿cuántos días tengo? ... espera a que termine para saberlo) antes de meterme en el Plan D´Eau de Embrun a nadar 4 kílómetros fríos, y lo que venga detrás.
Espero que en ese momento mi cuerpo recuerde el monumento al buen rollo que es el tri de Garai. Por el recorrido, por la gente o por las cosas tan de sentido común como no darnos regalos caro a los corredores que pagamos una cara inscripción, sino algo más sencillo como unas alpargatas con el logo de la carrera que, evidentemente, me he llevado de vacaciones. En Garai, por relajación, buena onda y estado de forma todo salió perfecto; en cada sector fui de menos a más, me exprimí cuando y cuanto quise, fue el primer día que me sentí capaz de poder con Embrun ... ya veremos si tenía razón.

Ojalá dentro de 10 días, después de nadar y de 188 kilómetros en bici durísimos que la gente relata como interminables me quede también algo de las piernas que tenía hace poco más de una semana en el ultra trail de Picos. Lo malo de esa carrera fue la organización o, mejor dicho, su ausencia, la sensación de desprotección que nos transmitió desde el principio y que fue a peor. Menos mal que corría con una grande, Toño Santamaría, que aparte de gran amigo es un deportista enorme sobrado de recursos para que nos pasáramos un día memorable corriendo, trepando, jugándonosla en neveros, apisonando metros con piernas que parecían incapaces de cansarse (qué sensación tan brutal, ojalá vuelva a encontrarla en ¿10 días?) y tomando las decisiones correctas para no arriesgar donde ya hubiéramos sido temerarios. Carrera para repetir ... pero por libre, pagar por aire es un ridículo que sólo cometeremos una vez.

Al día siguiente del ultra trail vino Embrun con todo su peso a caer sobre mis hombros, a decirme que ya lo había hecho todo y que sólo queda ver si "todo" es suficiente.

De momento, protegido en mi casa, en Bejes, pateando montaña, he necesitado cinco días para recuperar mi cabeza de la asfixia de julio y para tener nuevamente ganas de encenderme.


En lo que he terminado de escribir esta nota sin prisa ni orden, es miércoles 7, una mañana lluviosa con las piernas recordando que ayer volví a correr apagando temores bajo tormentas de acantilados y playas entre Comillas, Oyambre y San Vicente, otra vez esas piernas inagotables que esperan que les den la salida de una vez.
Quedan menos de 8 días y una misión: entrenar lo justo sujetando la rabia, que ya habrá 234 kilómetros en los que soltarla a su debido tiempo y despacharme así a gusto con un año que yo mismo endurecí desde el inicio buscando entender muchas cosas.

Gracias por las últimas 6 semanas a los que compartieron un rato conmigo, en especial al Garai Triatloi Taldea y a Toño Santamaría por regalarme tanta motivación.

Gracias a todos los que me habéis aguantado durante 10 meses; aunque no seáis conscientes de ello, correréis conmigo el próximo jueves ... si podéis, estéis donde estéis, acordaos ese día de mí; estaré físicamente peleando la carrera más importante de mi vida (por ahora) y mentalmente me estaré jugando mucho más; os voy a necesitar hasta el último metro ...


... última parada ... Embrun


(por ahora)