lunes, 19 de noviembre de 2012

aleatoriamente repetitivo

Once tramos de escaleras ascendentes, descendentes, a izquierda, a derecha, curvados, quebrados, suspendidos, invertidos, imantados o mudos, pero once. Cada vez combinados de un modo diferente y absurdo camino del lugar que debe quedar más o menos en ninguna parte.

Siempre agotado, teniendo que cogerme la siniestra con las manos para que suba el último escalón. Sin aliento. Con hambre. Con sed pero no puedo comerme ni beberme el vacío.

Y grito

¡grito!

¡¡¡                  !!! y al tercero no me sale la voz y por mi derecha, por la carretera que nunca veo, viene un crío montado en una de esas bicis antiguas de exagerada rueda delantera que pedalea en equilibrio mientras juega entre sus manos con una caja de música que nunca suena igual. Me mira y se ríe: "te has perdido".


Despierto cada vez tumbado de costado en los asientos de un vagón de cualquier línea de metro. Mis gafas guardadas en una funda enfrente. Ningún recuerdo de cuándo salí de casa.

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