domingo, 19 de junio de 2011

historia de un vacío

No voy a contar la historia de un abstracto, ni de un concepto filosófico teorizable hasta el infinito (o la nada, según se mire). No, trata sobre un vacío más pequeño (paradoja va) o más tangible (al menos para los deportistas), la historia de un vacío muscular.

Para quienes no la conozcan, la QH (Quebrantahuesos) es una marcha cicloturista de unos 200 km por los Pirineos; dicho así suena a barbaridad, pero la dureza real del recorrido depende en esencia de la velocidad a la que quieras hacerlo. Yo ya he estado allí cuatro o cinco veces, es una fiesta (sobre todo por el ambientazo de público) y para muchos cicloturistas (ciclistas que no cobramos un duro por serlo y hacemos todo esto por amor al arte) es el punto clave de su temporada. Para mí lo fue otros años, quizá cuando casi todo el deporte que hacía era sobre esas 2 ruedas tan finas, sólo que ahora que me he metido en el desparrame del triatlón me he centrado más en otras pruebas y venía aquí a cerrar un ciclo de pruebas y locuras de variado pelaje, sin exigencias más allá de lo que el cuerpo me pidiera.

El tema es que, dentro del respeto que le tengo a cada prueba, siempre caben sorpresas y la del sábado no fue de las más agradables (a priori). Tomé la salida y en menos de cuarenta pedaladas ya estaba mirándome las piernas ... estaban ahí, sí, parte de mí, como siempre, aunque dentro no tenían "nada"; era como si durante la noche alguien hubiera venido a robármelas y las hubiera sustituido por otras de apariencia idéntica, pero fabricadas en corcho. Duendecillos y enanos de mala intención aparte, la realidad es que la versión en corcho de mis patas la fabriqué yo mismo al dar todo lo que tenía en Zarautz. Una semana es poco tiempo para recuperar al final de una temporada concentrada en 50 días, y más si duermes poco.

¿Y qué haces si en la salida de un recorrido que conoces perfectamente te encuentras vació de fuerzas? Ahí caben 3 opciones: la primera es sólo teórica, dar media vuelta ... ni de coña, no me gusta rendirme sin lucha; la segunda: no medir, tirar de orgullo malentendido ... y acabar deshecho a mitad de carrera, es decir, un sinsentido, y el absurdo sólo me interesa como estilo humorístico. Me quedaba la tercera: convertir la etapa en un baile lento con mi bici, en el que el ritmo lo marcara sólo la cabeza si las piernas no podían; la pega de estos esfuerzos de concentración es que te agotan mentalmente, pero si te sales con la tuya bailando un vals de ocho horas en un escenario como los Pirineos, merecen la pena el divertimento y el disfrute cuando la mano te ha repartido cartas tan malas.

Ahora me parece que me he ganado un descanso antes de afrontar de aquí a un mes el Triatlón de Vitoria, así que me marcho el puente a las montañas de los Picos, a casa.

... Eso sí, antes no me pienso perder pasar la noche del martes timando al tiempo en el estrenaken de Ron Lalá en el Alfil ... ¡a pinchoooooooooooooooooo!

3 comentarios:

  1. (no corras tanto como el chico de este vídeo, al menos hasta que haga falta...)

    http://www.youtube.com/watch?v=Wq4tyDRhU_4

    besos,
    K

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  2. ¡muy bueno el tema! (de hecho a Editors los vi en directo como teloneros de Muse en el Calderón(menudo conciertaco, por cierto)), pero tienes razón, espero no tener que correr habitualmente con esa desesperación ... prefiero divertirme haciendo el ganso, jajaja

    http://youtu.be/dTAAsCNK7RA

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  3. Una vez estuve de figurante en un videoclip en el que tuve que correr como una desesperada... solamente corro deprisa si me van a pagar (jajajajajaja, es broma)

    :D

    y la cosa es correr, pero sin desesperación, al menos hasta la próxima carrera! mientras, un bailecito en plan OK Go!

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