martes, 18 de junio de 2013

Irati al límite

Cuando empecé la temporada escribí por aquí que de mitad de junio tenía que salir la base a consolidar en los últimos 2 meses antes de Embrun. Pues bien, ya es mitad de junio, ya ha pasado el tríptico de pruebas que me propuse y que a luces de cualquier deportista cuerdo era una pasada, así que sólo a mí se me ocurre convertirlo una semana antes de la última prueba en un más difícil todavía.

Seguramente sólo a mí, en mi "no planificación", en mi afán anárquico de prepararme para retos temibles sin pensar demasiado en algo que no sea divertirme o picarme con mi sombra, se me podía pasar por la cabeza una semana antes de la Irati Xtrem (justo después de terminar el Ecotrimad, una semana después del Soplao) que iba a convertir la tercera machacada en 15 días en un entrenamiento de potencia ... ¿cómo se hace eso? sencillo: dejas en la bici el desarrollo que nadie llevará, lo más suave que podrás poner será un 39x25 que de sólo decirlo hace que todo el mundo que sabe de lo que hablas te mire como un loco ... y ellos son ciclistas y yo no. Yo intento ser triatleta, con la merma de potencia que el entrenamiento de carrera a pie supone en las piernas a la hora de dar pedales, esa potencia que necesito recuperar para los Alpes si no quiero bajarme de la bici sin ninguna opción de salir a correr una maratón con un mínimo de fuerza para acabarla. Necesito ganar margen, si es que eso se puede hacer.

Desde la salida del sábado en Ochagavía tenía claro que eso era un entrenamiento y no una carrera, de los 8  puertos del recorrido había que hacer 6 sin forzar demasiado, a ritmo alegre pero sin exprimir las piernas. Ya tenía en la cabeza los 3 sitios donde tocaba sacar todo lo que llevara, sabiendo que "todo" es mucho más que el 100% teórico del que crees que eres capaz ... todo supone encontrar un límite, llegar a ese punto que aún no conocía en que eres consciente de la imposibilidad de sacar más de ti. El objetivo eran 3 series: una corta en el muro de Orbaitzeta, y dos larguísimas en Errozate y Larrau.

El muro de hormigón de Orbaitzeta es corto pero en 500 metros al 16-20% te obliga a no racanear con la entrega de las piernas; me lo calzo sentado (de ahí es la foto) y parece que no me deja muy mal las piernas ... más me vale, que sólo es un aperitivo.

Dos puertos después, te ves venir el giro de 180º al 12% que te mete de lleno en Errozate, sus 12 km al 10%, su asfalto rugoso, sus continuos engaños, su paisaje impagable que desde el km 4 te enseña cambios de rasante donde nunca termina el puerto; siempre hay más, otro escalón, otra rampa que no sabes de dónde ha salido para complicación del control de fuerzas de cada ciclista que sube a bloque sin saber hasta cuándo. Es mi segunda apuesta y sorprendentemente, a pesar de ir atrancado por el desarrollo, va mejor de lo esperado, no bajo el ritmo en toda la subida, paso las de Caín cuando la pendiente pasa del 15%, pero no me hunde y adelanto a gente continuamente. Otra prueba superada, el temible Errozate queda atrás y toca esperar al siguiente de los 8 para ver cómo han quedado las piernas.

Y ahí empiezan a complicarse las cosas. En cuanto termina el descenso ya veo el precio que se ha cobrado la primera ultraserie de potencia. Cuesta coger ritmo y empiezo a hacer números en la cabeza: es poco más de mitad de carrera, las rampas medianamente serias parecen el doble de difíciles y así Larrau se antoja imposible. Hay que buscar en la chistera y ahí aparece el entrenamiento de invierno, ése que te ha enseñado a conservar ritmos y dosificar el fondo cuando el físico empieza a joderse y no te quedan alardes que hacer.

Pasan los kilómetros sin que ya sepas en qué puerto estás, sólo importa conservar el mínimo de alegría que te queda en las piernas hasta la primera rampa del último desafío. Y al final llega. Sin mediar un metro de llano entre el descenso de Bagargi y la primera de Larrau ha empezado el lío de nuevo: 3 km al 5-6% , giro en el pueblo y a coleccionar ochos, nueves, y 4 km seguidos al 11% sin espacio para tomarte un respiro. Desde el giro del pueblo llevo la sensación de que estoy vendido, de que lucharé pero será muy difícil llegar arriba. En los 4 al 11 con varios tramos al 14% tiro más de cabeza que de piernas, necesito encontrar un ritmo que repetirme como un metrónomo en el que las piernas duelan lo mínimo posible, y que evite que pienses en un reloj de arena que mide tu fuerza y cae mucho más rápido que lo que se descuentan los metros ... mirada adelante, tic tac de pedales ... hasta el último de esos 4, el que empieza a esconderse en la niebla, el más cruel, el que empieza suavizado y termina al 16% ... y ya no hay piernas para eso; 20 ó 30 metros antes de acabar ese tramo, de llegar a Erroymendi, al ansiado descanso de 3 km casi llanos previos a la traca final, mis piernas dicen "basta" y tengo que poner pie a tierra para evitar caerme al suelo. No es una derrota, esto es una serie "al fallo" y ese fallo ha llegado. No es posible arrancar en seco desde ahí para hacer en bici 20 ó 30 metros, de modo que por mucho que me joda los hago andando ... me ha faltado un pelo para llegar al descanso pedaleando, pero no hay tiempo de pensar en eso. Sin dejarme descansar vuelvo a montarme según acaba el maldito 16%, recorriendo como puedo el intermedio que me dejará al borde la niebla en la rampa de 2 km y pico que me queda perdiéndose en la nube.

Esto es Larrau, ya lo he subido otras veces y sé que lo que queda es casi imposible estando exprimido, no va a bajar del 10 ni el primer km ni el segundo ... estoy casi vacío, las piernas me arden envenenadas por el láctico ... pero de alguna parte de la nube por encima de mi cabeza empiezan a llegar las voces del público de la cima, aplauden a los que ya llegan, les jalean, les animan ... ¿y a mí cuánto me queda? ... no veo, paso el cartel del último km, ni lo veo ... me dice un espectador que me faltan 500 metros y a la vez pienso en la alegría de haberme tragado el cartel de los últimos mil y en ... ¿tanto? ... ¿aún 500 metros? ... ¿y con qué subo eso? ...

... tic tac de pedales ...

... última herradura y ya parece que el público está delante de mí y no flotando en alguna parte de la nube que no ubicaba ...

... 150 metros y debo de llevar tan mala pinta que un espectador empieza a correr a mi lado y me empuja 10 metros ... no tengo fuerzas ni para negar la ayuda ... doy las gracias consciente de que sin eso no llego ... 100 metros, me veo en el suelo y no veo al público al que oigo encima ... 4 ó 5 pedaladas y alguien sopla la niebla, se abre, aparece el público, el Ori nevado al fondo y un interminable 14% delante de mí ... no me queda nada, he llegado a mí límite, nunca estuve así encima de una bici, estoy casi en una cuneta a punto de caerme ... me ven, me gritan ... mi cabeza va diciendo que no y ellos gritan que sí, que no me rinda, que son 50 metros ... bendito público ... ven cómo voy y se levantan, gritan más, pongo la mirada en la cima al final del pasillo de gente, y me concentro en llevar la bici recta, en no caerme ... me tiemblan las piernas, cada pedalada es imposible pero está ahí ... hay tanto ruido para animarme que siento que puedo tocarlo, que son dos paredes que sujetan mis hombros para que no me venza a un lado ... entre los puntos que empiezan a aparecer en mi vista sigo viendo la línea discontinua a la que me he pegado ... es más corta ... queda poco, lo van a conseguir, van a sujetarme para que llegue sin caerme ...

... parecía inalcanzable, pero ahí está pasando la línea debajo de mis ruedas ... me arde todo, me duele todo, esto es el límite de mis fuerzas, esa sensación que no conocía ... pero ya puedo parar ... los pies al suelo ... las manos sobre el manillar ... la cabeza apoyada en ellas ... y un llanto de un par de minutos mezcla de emoción, tensión máxima, satisfacción y sufrimiento que no puedo ni quiero sujetar

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