martes, 12 de julio de 2011

el reverso inesperado

Me encanta decir aquello de "no dejo de sorprenderme".

Cuando escribí la anterior entrada de este blog me estaba preparando para unas semanas duras de entrenamiento para evitar fatigas y sacarme algo de la manga con lo que hacer el tri de Vitoria en condiciones aceptables. Sin embargo, una semana después de ese fin de semana de calor seco en Madrid me he encontrado un regalo con el que no contaba.

La ventaja de tener una casa tan grande como la que ya os he mencionado en alguna ocasión, es que puedes elegir a qué altitud entrenar, combinar distintas condiciones climatológicas, sonidos, atrezzo ... y todo sin salir siquiera del patio. Ayer domingo, en medio del fin de semana de celebración de los cumpleaños de dos amigas geniales, el verano en los Picos montó un día muy húmedo de niebla, llovizna y unos 20 grados a las 3, y no me pude resistir a ponerme las zapatillas y salir a "dar una vuelta" al ritmo que mis piernas quisieran ... el objetivo: calzarme una media maratón por amor al arte para abrir el apetito (y si cae algún kilometrillo más tampoco le vamos a decir que no). Con esa idea salí del albergue, camino de la curva de la bolera donde siempre empiezo a correr esos primeros 5 km con pendiente media superior al 10%; un rato largo después estaba en los 1.100m de altitud del Salto de la Cabra pensando en que no parecía que tuviera ni rastro de fatiga, que estaba corriendo como si llevara piernas nuevas; desde ahí empieza el llano que te lleva al Hayedo de la Llama, y luego al de Valdediezma, y en medio de la belleza del simple hecho de correr por esos bosques (un lujo para un madrileño que entre semana sólo puede ver asfalto recalentado), parecía que hubiera cambiado mis zapatillas por patines, y que me deslizara cada vez más rápido. ¿De verdad eran las mismas piernas que las de las últimas semanas? ¿las mismas que 15 días antes hicieron ese recorrido andando (muy fuerte, pero andando, que no estaban para sobreesfuerzos)? Lo eran, desde luego, y lo que ha mediado en la transformación ha sido el acierto de encontrar el ritmo de recuperación activa exacto ... o me ha encontrado el ritmo a mí, tampoco me queda muy claro.

De cualquier forma, entre los veintitantos kilómetros andando de finales de junio con calor, tirándome agua sobre la cabeza con una botella de plástico, y los mismos de ayer, corriendo, con las nubes bailando a lo suyo sólo hay el canto de una moneda a la que he dado la vuelta mucho antes de lo que imaginaba ... así que me voy a permitir un cambio de discurso: ¿en 2 semanas toca Vitoria? ... ¡habrá que liarla!

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